En un mundo lleno de problemas y tristezas variadas, con gente sufriendo por el hambre, la tiranía, la injusticia, la guerra o el terrorismo, la solidaridad se ha vuelto ya no necesaria, sino imprescindible. Muchas veces parece un gesto casi vacío, y dada la reiteración de estas circunstancias, puede convertirse en una desagradable rutina. Y aún así sigue siendo esencial, sigue siendo un acto que nos recuerda lo que compartimos y lo que nos necesitamos.