Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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jueves, 2 de noviembre de 2017

Español bueno, español malo, catalán bueno, catalán malo

Cuando era crío, uno de los traumas, o así, que tuve fue leyendo un libro de Sociales del cole, en 4º Primaria, creo, que cuando hablaba de la Guerra Civil la describía como una rebelión de los "buenos españoles" contra los "malos españoles que pretendían convertir a España en una República". Y es que ya de aquella yo sabía que mi abuelo, el pariente al que, y que me perdonen mis padres doquiera estén, yo tenía más cariño había sido, era, republicano y "rojo" (más tarde me enteré de que sufrió cárcel tras la guerra y que fue de los primeros afiliados a CC.OO. en Asturias, o eso me decía mi abuela).

martes, 17 de octubre de 2017

El día en el que la ciudad amaneció ocre.

Los habitantes de las ciudades vivimos muchas veces en una burbuja hermética, impermeable a los problemas que ocurren en unas zonas rurales, ya sean próximas o más lejanas, a las que nos pueden atar lazos familiares y afectivos, o sencillamente de tiempo libre, pero que vemos demasiadas veces como algo ajeno a nuestra vida y problemas urbanitas. Su lucha diaria, sus tribulaciones, nos pueden provocar y provocan sentimientos de solidaridad y tristeza, de admiración y de apoyo, pero siempre tras las paredes de esa burbuja que nos permite verlas pero también nos aisla de ellas.

martes, 10 de octubre de 2017

La conspiración de opereta

Ahora resulta que han descubierto un documento con otra "hoja de ruta" hacia la independencia, en la que, a lo personaje villano de una peli de serie B, los malos contarían su plan al héroe pocos minutos antes de llevarlo a cabo, dándole la oportunidad de frustrar sus nefandos propósitos...

domingo, 15 de enero de 2017

La-La-Land, un buen musical... pero cuidado con el hype.

En lo que respecta al mundo de la cultura, la del entretenimiento o la más teóricamente refinada, más vale la mayoría de las veces encerrarse en una burbuja hermética para que ninguna noticia sobre las novedades llegue al espectador-lector-oyente. No me refiero solo a intentar evitar todo contacto con datos que puedan interferir con el pleno disfrute del producto (entre ellos los temidos y odiados spoilers o "destripes"), sino también a que la expectación, las previsiones, lo que ahora está de moda llamar hype, haga que la obra te decepcione de una forma que de otro modo no lo habría hecho.

Caso en cuestión. La-La-Land, o La ciudad de las estrellas, es un buen musical, que tiene todas las papeletas para convertirse en la película del año, por lo menos hasta que los visitantes de la galaxia muy, muy lejana allá en diciembre reivindiquen tal título. Es puro espectáculo en sus mejores, arrebatadores, números de canto y baile, tiene un reparto que cumple sobradamente con sus responsabilidades en los mismos, y una resolución formal impactante en general, que oscila entre el musical de cámara en la calle (en este caso, también en la carretera) con escenas típicas de la rama más fantasiosa del género.