Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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martes, 31 de enero de 2012

Los encantadores de serpientes

Decir que vivimos tiempos difíciles es quedarse corto. Además, vivimos tiempos sin ideas, sin alternativas, sin esperanza. La política, esa siempre, y con toda la razón, vituperada, despreciada, ignorada política, no deja de ser un reflejo distorsionado de la realidad, algo que ni Valle-Inclán pudo sospechar cuando pergeñó su esperpento.

No voy a decir que una sociedad tiene los líderes que se merece, pero sí es evidente que la sociedad alumbra los líderes que luego la van a regir. Los cría, los amamanta, los cobija... y luego se duerme en sus brazos. Y una sociedad que ha alumbrado los líderes que nos han gobernado en los últimos quince años (incluso veinte, si incluimos la insoportable levedad del ser que supuso la deriva del felipismo)... es indudablemente una sociedad enferma, vacía y sin más objetivos que el "laissez faire, laissez passer".

Que no es poco, me dirán ustedes. Efectivamente. Bastante tenemos con el día a día como para preocuparnos de "the big picture", que dicen los anglosajones. Pero en veinte años hemos vivido, convivido y acabado aceptando como algo normal a gobiernos que nos llenaron de novata ilusión para acabar traicionando a su electorado y convirtiéndose en un nido de corruptelas y de terrorismo de estado encubierto. Gobiernos que nos metieron en guerras justificadas por mentiras insostenibles, que bendijeron el origen de la crisis a base de políticas económicas que se han revelado con el tiempo, en el mejor de los casos, inadecuadas, y que encima no supieron gestionar, e incluso intentaron hacerlo a su favor, las mayores catástrofes ecológicas y terroristas que ha vivido este pais...

Y para terminar, nos dejamos mecer en gobiernos de mano abierta y sonrisa cautivadora, de mucho talante... que terminaron demostrando falta de talento abrumadora. Que intentaban con una manao políticas sociales de rostro amable, muy necesarias, que duda cabe, al tiempo que con la otra mano primero negaban la mayor, el monstruo de la crisis que se les venía encima, por un quítame allá esos votos, para al final verse obligados, o eso dijeron, a políticas restrictivas que se podrían haber "perdonado" a otros, pero no a ellos. Y acabaron pagando, y nosotros con ellos, su falta de definición y su incompetencia.

Así que se nos acaban las alternativas. Los que nunca han probado el apetecible pastel del poder se van diluyendo en disputas internas, y se está gestando una revolución que no lleva a ninguna parte... porque la gente, igual que está dispuesta a dejarse arrullar en brazos del incompetente de turno, no quiere ningún ruido de revoluciones que le despierte del sopor. Como dije hace tiempo, estaremos indignados, sí, pero no lo suficientemente desesperados. Al menos, todavía no.

Nos dejamos llevar por lo fácil, por el voto de la ira, y nos volvemos a poner en manos de encantadores de serpientes, en esos personajes que más allá del truco de mantener obnubilada a su víctima, no saben hacer más. No hacen nada creativo. Porque para ellos, como para nosotros, lo único que importa es el día a día.

Y en esta rutina se cargan lo que ellos creen necesario para solucionar a corto plazo el problema. Los sueldos, la sanidad, la educación, la cultura... todo aquello que es abono para el futuro se sacrifica para que el presente, "su" presente, no se les haga tan duro.

Ahora resulta que en nuestra Asturias uno de esos encantadores de serpientes ha decidido que el truco no le basta. Que no puede con el ofidio que tiene delante. Y como no tiene ninguna alternativa que proponer más allá del enfado social que le puso donde está, nos convoca a una nueva decisión. O no tan nueva. Porque, como todo encantador, lo que busca en realidad es volver a cautivar a cuanto más público mejor. Para poder hacer sus trucos sin que nadie le distraiga.

En esas estamos. Entre la perplejidad y el cachondeo, como cuando se despierta uno de la hipnosis de un charlatán de feria. Pero cuando se nos pasan los efectos del truco, nos damos cuenta de que antes no hubo nada, ahora no hay nada, y mañana...

... mañana será otro día.

¡¡Salud!!

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