Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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sábado, 22 de diciembre de 2012

El apocalipsis que fue y será

Si están leyendo ustedes esto, enhorabuena. No por la presunta calidad o interés en las líneas que siguen, no, sino más bien porque han sobrevivido al apocalipsis de ayer.

Y al de antesdeayer. Y al de hace una semana, y un mes. A ese apocalipsis diario, esa lluvia real de meteoritos en forma de disgustos, los que da la vida ya de por sí y los que nos caen encima sin comerlo ni beberlo, sin tener muy claro por qué nos hemos merecido lo que estamos sufriendo. Remedando el mito artúrico, un apocalipsis once and future, que fué y será, porque si tuvimos alguna vez en nuestras manos la opción de evitarlo, no la usamos, y vistos los precedentes, volveríamos a no utilizarla si nos llegara la oportunidad.

Estamos viviendo los últimos estertores de un año incomprensible en el que hemos renovado nuestra confianza en aquellos a los que resulta que luego acusamos, y con razón, de nuestras desdichas. Hemos permitido que nos distraigan con fuegos de artificio, y no me refiero al reiterado "opio del pueblo" que es nuestro ocio (llámese fútbol, televisión, entretenimiento variado, profecías mayas...). A fin de cuentas, faltaría más que dejáramos que nos arrebataran o nos criticaran esos breves momentos de esparcimiento.

Me refiero más bien al fuego de artificio de las promesas de que todo se está haciendo por nuestro bien, que pronto notaremos los réditos de nuestro sacrificio, en unos plazos que, como demuestra una imagen que recorre las redes sociales, aumentan aritméticamente de año en año a medida que vamos leyendo las noticias. Unos empiezan situando el comienzo de la remontada para el 2013, los siguientes para el 2014, otros para el 2015... de momento hasta el 2017. Luego ya veremos.

Resignados, la mayoría se agarra a estas previsiones. Hace tiempo dije que en general la gente parecía indignada, sí, pero no lo suficientemente desesperada. Añado ahora que esa misma gente está cayendo en la resignación. Los auténticamente desesperados van claudicando o, más trágicamente aún, desapareciendo del mapa. Las expectativas de esos quince-emes se diluyen cual azucarillo y no aparece ninguna opción ilusionante a la que agarrarse.

Excepto la de intentar salir adelante. Pero sin lucha, sólo con las migajas que nos van dejando. Y así no hay manera, claro. Esperamos que llegue el momento milagroso del repunte, escuchamos entre atónitos, indolentes y, algunos para su vergüenza asintiendo, críticas hacia los pocos que aún pelean, nos distraen con regalitos de independencias y asuntos similares (lo urgente nunca deja tiempo para lo importante, decía Quino a través de Mafalda, pero sí que se puede uno servir de lo importante para que no nos ocupemos de lo urgente), intentan que nos enfrentemos unos con otros...

Y así seguimos, sobreviviendo al apocalipsis diario. Sobreviviendo algunos, claro está. El que los mayas se equivocaran, o no se supiera interpretar su profecía, no quiere decir que no haya un armagedón cotidiano que superar. Este es un fin del mundo, de nuestro pequeño mundo individual, en el que sí creemos y tememos.

Pero como no quisiera despedir este año bloguero en un tono catastrofista, les deseo de veras que el próximo año sea mejor. Aunque solo sea agarrándonos a otro opio... el de pensar que difícil será que resulte peor.

¡Salud!

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