Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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domingo, 27 de marzo de 2016

Aquel poster de JIM.

Durante muchos años lució en la pared de mi habitación en casa de mis padres un poster de la empresa JIM, fabricante de ropa interior y pijamas, regalo de un viajante amigo de mi padre. En él, Johan Cruyff lucía, brazos cruzados, joven, desafiante, orgulloso, con una contagiosa sonrisa, una camiseta azul de manga corta. Creo recordar que traía una firma del futbolista impresa, que para mí tenía casi tanto valor como si fuera un autógrafo original.

Ese amigo de mi padre sabía de mi pasión culé, compartida con la sportinguista de aquella, y de mi admiración por el deportista holandés, que incluso me llevó durante una buena temporada a exigir a mi madre que cuando me comprara calzoncillos fueran de marca JIM... para regocijo del viajante en cuestión, dependiente como todos los de su profesión de las comisiones por las ventas.

En unos tiempos en que no se seguía el fútbol con la fruición televisiva e "internetera" de la actualidad, los posters sustituían en nuestro imaginario las hazañas de nuestros equipos y nuestros ídolos. Veíamos a los propios en el estadio cada quince días, y a los lejanos de cuando en cuando por la televisión en esporádicos partidos y a retazos en los resúmenes semanales o a traves de las crónicas de los periódicos. Por eso llenábamos de fotos nuestras habitaciones. Fotos dinámicas de remates imposibles, alineaciones titulares, posados forzados... todo valía para imaginarnos a las estrellas en acción. Incluso una imagen publicitaria.

A pocos días aún de la muerte de Cruyff, sigue en mi cabeza la imagen de ese poster. Junto a otro con alineación titular del Sporting 69-70, refleja mi entusiasmo infantil por un deporte que sin "el flaco" habría sido muy distinto para todos nosotros.

Da igual que su etapa más brillante, con excepción del Mundial de Alemania del 74, nos pillara muy jóvenes y no la viviéramos más allá de lejanas referencias de sus éxitos con el Ajax. Da igual que su paso por el Barça solo fuera realmente brillante durante su primera temporada y luego se limitara a dar retazos de su inmenso talento. Da igual que se viera envuelto en polémicas con entrenadores y presidentes o que tuviera una estrambótica estancia en el humilde Levante. Teníamos a Cruyff en nuestro particular altar futbolístico, porque había sido uno de los que nos había enganchado a esta pasión.

Y para los culés, además, cualquier pecadillo quedó perdonado cuando llegó como entrenador al Barça y revolucionó al equipo, y por ende al fútbol. Porque si como futbolista es posible que haya sido uno de los mejores, su legado como entrenador es inmenso y es el que realmente le pone en el lugar de honor que realmente se merece y le hace eterno. Porque ese lugar no es cosa de añejas fotos o borrosas imágenes televisivas. Cada vez que veamos a un equipo mimar la pelota, presionar por todo el campo, buscar la portería rival con combinaciones precisas e incisivas... estamos viendo a Johan Cruyff.

No es la única forma de jugar al fútbol, indudablemente, y cualquiera que te lleve a conseguir tus objetivos, dentro de las reglas, es válida. Ni siquiera es garantía de éxito. Catenaccio, WM, contrataque... todas son tácticas que han entronizado a jugadores y equipos. Pero pocas nos han hecho disfrutar tanto del fútbol, más allá de nuestras filias y fobias. Como jugador, pero sobre todo, como entrenador, Cruyff demostró que se podía ganar dando espectáculo. Y que si no ganabas, al menos habías disfrutado con el espectáculo. Flaco consuelo para el forofo más aguerrido, pero quedaba el orgullo al menos.

"Salid y disfrutad". Eso, al parecer, comentó Cruyff a sus jugadores antes de la final de Wembley. El fútbol como juego, más allá de impactos sociales y políticos. Es un juego con un balón. Si tienes el balón, lo pasas, lo buscas, estás disfrutando de ese juego. Recuerdos de nuestra época infantil, cuando nos aburríamos jugando si no "tocábamos pelota". Queríamos ganar, qué duda cabe, pero sobre todo queríamos tener la pelota.

Porque eso nos recordó Johan sobre el fútbol. Es un juego donde hay que tener la pelota. Y disfrutar de ello. Como niños. Siempre como niños. Por eso, por encima de imágenes de jugadas de orfebrería, de regates de fantasía, de pases milimétricos, de goles imposibles... algo que he dejado para los momentos en los que me pase por YouTube estos días o revise mis vídeos... por encima de todo eso, digo, me ha venido a la cabeza aquel poster de JIM. Y pienso que en él Johan me mira sonriente, joven, desafiante y me dice "Has disfrutado del fútbol, ganaran los tuyos o perdieran, ¿verdad?".

Y le contesto que sí, que con su fútbol he disfrutado como con el de nadie. Y sí, unas cuantas veces perdimos. Pero la mayoría de las veces ganamos, y jugando como los ángeles, lo cual acrecienta aún más el valor de esa victoria.

Gracias, "flaco". Por tantos momentos dados.

Adeu i bona sort.





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