Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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sábado, 23 de enero de 2016

Pactad, pactad, malditos.

En el momento en que escribo esto el candidato a la presidencia del gobierno de España Mariano Rajoy ha declinado ser candidato a la presidencia del gobierno de España. Por lo menos por ahora, que no descarta volver a ser candidato a la presidencia del gobierno de España en unas semanas si el otro candidato a la presidencia del gobierno de España no mueve ficha o se estrella. O sea, que en realidad el candidato Rajoy sigue siendo candidato a la presidencia del gobierno de España. No sé si me explico.

También en el momento en que escribo esto el candidato a la presidencia del gobierno de España Pedro Sánchez se ha enterado de que puede realmente ser un candidato a la presidencia del gobierno de España con futuro porque el candidato a la presidencia del gobierno de España Pablo Iglesias sacrificaría su candidatura y apoyaría al candidato Sánchez, postulándose, eso sí, como candidato a la vicepresidencia del gobierno de España. ¿Se me entiende?

(Mientras tanto, del candidato a la presidencia del gobierno de España Albert Rivera solo se sabe que no se sabe si está en la lista de candidatos o si se le espera. Claro como el agua).

Así sigue funcionando políticamente nuestro país, ladies and gentlemen. Tras un año ilusionante, con vaivenes y movidas variadas, estamos como siempre. Lampedusa for president. Atrapados en la impostura, las medias verdades y las medias mentiras, el "cuidadín" y el "ytumás". Con el candidato del partido más votado renunciando provisionalmente a defender su candidatura porque sabe qué podría perder y el candidato del partido más castigado electoralmente por sus propios errores encontrándose de repente con la posibilidad de ser presidente gracias a una "sonrisa del destino".

Al final, todo queda en que cuando ya ha pasado un mes desde las elecciones, España vive políticamente en un sindios digno de Amanece, que no es poco, y que lo que más nos apetece a los ciudadanos es que la cosa empiece a moverse, como sea. Que sepamos ya quién va a ser el alcalde, quién el maestro, quién va a hacer de puta, quién de adúltera para podérselo decir a los maridos, quién de homosexual, y si alguien se va a presentar para monja. Lo que sea, vaya. Pero que lleguemos a algún sitio más allá del Estado provisional en el que estamos empantanados.

Y si hay que pactar, que se pacte. Pero pactar de verdad, ¿eh? Nada de "yo te regalo mis votos y escaños para que tú hagas lo que te venga en gana", como se lleva haciendo desde hace demasiados años, en una tradición democrática de la que vimos el último capítulo hace pocas semanas con el suicidio de la CUP en Cataluña.

Así que pactad, pactad, malditos. Que las líneas rojas devengan un tonillo fucsia desteñido. Que se conviertan todos al marxismo grouchista: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros." Lo que sea con tal de avanzar. Si en las últimas elecciones hemos dejado los españoles algo claro es que no está el horno para bollos tradicionalistas ni revolucionarios. Que lo anterior no nos gusta, pero que no tenemos el valor para probar lo nuevo. Que somos mucho españoles, pero que sabemos que la plana mayor de la gerencia está en Estrasburgo, y que en este plan no podemos permitirnos ser díscolos.  Que queremos un orgásmico cambio, pero solo metiendo la puntita, no vayamos a quedar preñados.

Pactad, maldita sea. Negociad. Yo cedo en esto, y tú cedes en esto otro. Sin miedo a que vuestros propios talibanes de la moral político-ideológica os pongan a parir. Sin miedo a "barones" rampantes ni a "círculos" concéntricos. Que sí, que ya sabemos que no es lo ideal, que lo ideal sería tener las llaves de la casa para hacer las fiestas como queremos y con los invitados que queremos. Pero por primera vez en la historia de nuestra torpe democracia los españoles no os hemos dado las llaves. Las tenemos guardadas hasta que vengáis juntitos con la cabeza contrita prometiendo que no os vais a pegar ni a quitar el bocata del recreo.

O eso, o volver a votar. Y ¿sabéis una cosa? no creo que tengamos muchas ganas, porque las cosas no van a cambiar en tres meses porque repitamos el partido. Irá menos gente al estadio, nos tememos, pero ondeará las mismas banderas y, al menos porcentualmente, lo harán los mismos que la otra vez. Y para ese viaje no hacen falta alforjas.

Así que dejaos de palabrería vacía o de la actitud chulesca del dejarse querer. Se os llena la boca con la democracia, con "el mandato del pueblo"... y democráticamente el pueblo os está insinuando que pactéis. Que aunque estemos malacostumbrados a rodillos parlamentarios, el pacto y la discusión, la búsqueda de acuerdos que combinen lo mejor de varias partes es muy democrático también.

¡Salud!


1 comentario:

Unknown dijo...

Amén.No se puede decir más alto y más claro.Levantarse un domingo leyendo reflexiones nada tendenciosas,inteligentes y con una pizca de sarcasmo, hacen que el principio del fin..de semana sea maravilloso.Debería usted dedicarse al periodismo profesional para animarnos a volver a comprar más periódicos al modo tradicional.