Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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domingo, 27 de diciembre de 2015

Lo que perdimos por el camino

Amigos y conocidos que llevan votando a Podemos desde su emergencia el año pasado me han dicho que con este partido han recuperado la ilusión de votar. Yo les he comentado que, a pesar de mi simpatía y cercanía a la mayor parte de lo propuesto por los "morados" yo no tengo esa ilusión. Porque los años me han vuelto amargao y escéptico, porque veo sombras que no me gustan en sus propuestas o porque la llegada a la madurez ha traído una cobardía y, por qué no, cierto conservadurismo que no tuve en su momento. No lo sé.

Y piensa que te pensarás, recuerdo que la primera y última vez que voté con verdadera ilusión fue en octubre de 1982. Y no solo porque de aquella uno era joven, inocente y recién documentado como quien dice; no solo porque uno era virgen democráticamente hablando y afrontaba la "primera vez" con toda la esperanza del mundo.

No, era también porque uno llevaba leyendo un par de años las propuestas de todos los partidos, acudía a mítines (vale, a unos cuantos de ellos tentado por la oferta de sabrosas actuaciones musicales) y tras mucho buscar y comparar, creía encontrar lo mejor en el programa con el que el PSOE se presentaba a esas elecciones. El programa del no a la OTAN, el del derecho a la autodeterminación, el del regimen impositivo fuerte a las grandes fortunas, el de la separación de Iglesia y Estado...

Así que ya lo saben: hoy salgo del armario político y les digo que mi situación ideológica está en el PSOE que nació en 1974 y llega hasta 1982. Que sí, que en esos ocho años se descafeinó ya algo (¿quizá debiera haber sospechado lo que pasó después?) pero que básicamente respondía a mis ideas, anhelos y esperanzas para el futuro.

Luego llegaron los pasos en falso, los retrocesos y las traiciones. Llegó, pues, la decepción. Es cierto, como otros me dirían, que el PSOE consiguió grandes cosas en sectores como la sanidad y educación que antes no teníamos. El famoso aforismo de Alfonso Guerra, el de que "no va a conocer a España ni la madre que la parió" se cumplió. En parte, al menos.

Claro que desde mi escepticismo actual ahora piensa uno que solo faltaría que en esos casi 20 años no hubieran cambiado unas cuantas cosas para bien. Que a peor de lo que había a principio de los ochenta no se podía ir. La cuestión es que el cambio prometido se quedó a mitad de camino, y, lo que es peor, aquellos en los que habíamos depositado nuestras ilusiones acabaron convirtiéndose en lo que más despreciábamos. Se perdió una oportunidad única de crear algo nuevo, y las consecuencias las estamos viviendo hoy, anclados como estamos en un sistema que se ha vuelto viejo yoxidado

Con el paso de los años uno ha cambiado algo, me habré suavizado en algunas posturas y quizás radicalizado en otras. Pero en lo básico no me he movido. Son ellos los que lo han hecho. Son ellos los que me han decepcionado año tras año, elecciones tras elecciones, y son ellos los responsables de mi escepticismo, miedo y falta de confianza actual. Son ellos los que han convertido el ejercicio del voto en algo mecánico, una cita cada cuatro años para votar a lo menos malo, o para votar en contra, haciendo que se contribuya a la supervivencia de unas alternativas mediocres a las que no les hacía falta proponer nada realmente ilusionante, solo situarse en contra de "los otros".

Así que aquí me encuentro hoy, nostálgico y airado a la vez. Escuchando a los próceres actuales del PSOE renegar de libertades básicas que sus antecesores defendieron, viendo con horror como esos mismos antecesores, que uno tanto llego a admirar, son ahora reflejos esperpénticos de lo que prometieron combatir. Reflexionando sobre todo lo que perdimos por el camino en lugar de admirar lo que ganamos. Que algo fue, evidentemente, pero que se ha quedado corto, tan corto que ha llegado al inmovilismo y ha acabado convirtiendo a España en un erial del que nuestra juventud, nuestros hijos y nietos, a la mínima que tengan algo de inventiva, talento y ganas de desarrollarlo, no tendrán más remedio que acabar huyendo.

¡Salud!

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