Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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miércoles, 25 de abril de 2012

El autobús, el antifútbol y el cambio de ciclo

Andamos los culés con resaca hoy. Pero no esa resaca embriagadora, de sonrisa boba y síntomas amnésicos, con la que no sabemos qué hicimos el día anterior pero suponemos... no, estamos seguros de que fue algo bueno y divertido. No, la resaca de hoy es pastosa, de lengua como estropajo, pegada a los dientes o al cielo del paladar, de dolor de cabeza persistente, como si tuviéramos un martillo en lo más profundo del cerebro, que al ritmo del reloj tragado por el cocodrilo de Nuncajamás (o si lo prefieron, los acordes amenazadores creados por John Williams para el tiburón spielbergiano) nos recuerda que algo malo ha sucedido...

También tenemos la idea de haber despertado bruscamente, sin premeditación pero con mucha alevosía, de un sueño feliz que suponíamos que iba a ser eterno. Que queríamos que fuese eterno. Aunque sabíamos que no lo iba a ser. Por mucho que negáramos la mayor, a la manera de niños que se enroscan en las sabanas de la confortable y segura cama, convencidos de que los monstruos volverían debajo del colchón, de donde nunca deberían haber salido.

Pues bien, ahora estamos de bruces ante una realidad diferente. Ya no somos invencibles, ya no somos eternos... ¿ya no somos los mejores? Parece que por lo menos este año, no.

¿Cómo afrontar esta nueva situación... o desconocida al menos desde casi un lustro?

Por un lado, podemos echar la culpa al empedrado. No admitir errores, enrrocarnos en la idea de que seguimos siendo más lindos que un San Luis y que lo que ha ocurrido son cosas del destino, de la parca, de la fatalidad.

O echarle la culpa, a falta esta vez de actuaciones arbitrales dudosas o de ridículas conspiraciones de opereta, al autobús. No es culpa mía profe, es que se me puso el autobús delante del portal y no pude llegar al cole. Pues entonces haberlo saltado, o rodeado, niño, diría el viejo maestro tras sus gafas de concha. ¿O es que ya no sabes saltar o buscar otro camino? Porque si es así, a lo mejor es que no das la talla para venir al cole, no te mereces las buenas notas.

También podríamos ponernos místicamente apocalípticos. Ya saben, 666, el número de la bestia y todo eso. Es que miren nos enfrentamos al (música incidental siniestra) ..... aaantiiiifuuuutboooooool. Ellos practicaron antifútbol, ¿sabe?, y así no se puede. Llamado el exorcista de guardia, pregunta si los rivales hicieron trampas variadas, invocaciones a seres del averno, artes ocultas o magia negra. Pues va a ser que no. Sencillamente se quedaron en su área a verlas venir, once muchachotes (diez luego por la estupidez supina de uno de ellos) cerrando huecos, renunciando a tener la pelota, patapún parriba como único medio ofensivo... y luego encima tienen más puntería que nosotros.

El acólito del Padre Karras de turno frunce el ceño, nos mira compasivo y dice, chavales, esto no es lo mío. Lo que hicieron los de la pérfida Albión ésa no es antifútbol, ni mucho menos. Es fútbol, puro y duro. Un fútbol feote si queréis, árido, sin florituras ni arabescos, fácil de hacer porque no es creativo sino destructivo... pero otro fútbol, sin más. Tan válido como el vuestro.

Vale, pues rindámonos al fatalismo y pongámonos derrotistas. Ya tocaba perder alguna vez. Habrá que decirlo. Aunque duela y cueste... c-c-c-c-cambio de ciclo (dramáticos violines de fondo...)

Y aquí llega el psicólogo, gafas en mano y mirada admonitoria. Pero ¿que dicen ustedes? Han ganado ya tres trofeos (muy menores, pero lucen lindos), están a la espera de la final del segundo título nacional en importancia, y en los dos principales han fracasado, sí, pero luchando hasta el final y derrotados a partes iguales por su mala fortuna, sus propios errores y también por rivales que han sido mejores. Han tenido también el infortunio de lesiones incómodas en momentos claves y bajas de larga duración. Es verdad que a varios de sus puntales les pesan ya los años, pero se atisban relevos adecuados a corto-medio plazo, y el resto de la plantilla está en lo mejor de su vida deportiva.

No entierren el ciclo, caballeros. Guarden pañuelos, déjense de lloriqueos, hagan acto de contricción y saquen brillo a algunas partes oxidadas... y esperen a ver qué pasa el año que viene. Esta temporada otros les han superado, pero... el combate no termina si los dos contendientes siguen en pie.

Así que ni autobús, ni antifútbol ni fin de ciclo. Este maldito deporte es un juego, las alegrías y tristezas que da deben ser breves pero intensas, y lo bonito que tiene es que no siempre gana el mismo. Así se aprecian más los triunfos cuando llegan.

La vida (incluida la futbolera) sigue.

Adeu i bona sort.

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