Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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martes, 16 de octubre de 2012

Un salto al vacío.

Me van a perdonar, pero no lo pillo.

Me refiero a todo este jaleo, todo este montaje en torno a Felix Baumgartner y su estratosférico salto. Quizá soy demasiado frío, incapaz de admirar en su grado justo todo el valor que exige una aventura así y la búsqueda humana de romper nuevas barreras; o demasiado ignorante, sin acabar de enjuiciar en su justa medida las implicaciones científicas o sociológicas derivadas del acontecimiento.

Puede que me venza un escepticismo producto de la edad o de los tiempos difíciles que vivimos, pero no me ha impresionado la supuesta hazaña del austríaco, y por ello se me hace muy complicado entender el entusiasmo que ha generado. Al final, no puedo evitar pensar que nos encontramos ante un fenómeno mediático similar al lanzamiento de una nueva película o una gira del consabido legendario cantante, o el triunfo de tal o cual deportista. Hechos puntuales que provocan un gozo y un deleite necesarios, pero cuyo efecto debe ser breve para que no nos aparten de consideraciones más importantes.

Por supuesto, no le niego mérito ni valor a Baumgartner. Ha hecho algo que nadie más ha osado hacer: saltar al vacío, a la nada, desafiando todas las posibilidades y circunstancias adversas. En terminos taurinos, se merece la ovación y la vuelta al ruedo.

Sin embargo, no veo tanto progreso ni beneficio para la raza humana en su proeza. Ha roto límites, sí, ha desafiado y vencido a lo imposible. Si me apuran, iré a lo castizo y diré que ha demostrado tener más cojones que el caballo de Espartero.

Pero no puedo estar de acuerdo con los que, en un afán de llevar hacia lo transcendente lo que uno considera un acto de feria, comparan su gesta con la llegada del hombre a la luna, o con la era de las exploraciones y descubrimientos. No, para mí Baumgartner no es un Neil Armstrong ni un Colón, Amundsen o James Cook. Éstos iban en busca de lo desconocido con el objeto de encontrar nuevas fronteras para la humanidad. No buscaban romper records vibrantes en la resistencia del individuo, no pretendían proezas individualistas.

En definitiva, estamos convirtiendo en un acontecimiento histórico lo que no deja de ser un salto al vacío... a la nada. Valeroso, espectacular, si quieren. Pero nada más.

Al final, posiblemente todo lo que haya detrás es el atávico deseo de tener héroes. Bonnie Tyler lo dejaba bien claro en su canción... "I'm holding out for a hero 'til the morning light / He's gotta be sure / And it's gotta be soon / And he's gotta be larger than life". Necesitamos héroes más grandes que la vida, cuyas descargas de adrenalina sean las nuestras también, que durante breves momentos nos hagan transcender nuestra mediocridad.

Y no hay nada malo en ello. Siempre que no perdamos la perspectiva.

Salud.

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