Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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martes, 13 de noviembre de 2012

Huelga: de derecho a privilegio

Malditos sean, malditos todos ellos un millón de veces. Lo están consiguiendo. Ya ni les hacen falta extemporáneas declaraciones de lideres o "lideresas", aunque su soberbia y prepotencia les lleve a no omitir estas actitudes. Se están cargando el derecho a la huelga. No, más bien lo están mutando, que es hasta casi peor. Están convirtiendo un derecho básico e inalienable en cualquier sociedad civilizada que se precie en un privilegio. Así de claro.

Caso en cuestión: hace pocos días, hablando con un conocido cibernético, al que llamaremos Antoni, sobre la convocatoria de huelga general para mañana día catorce de noviembre, contrastamos pareceres. Servidor, tras algunas dudas, se plantea secundar la convocatoria. Él no va a hacerlo. Y me dice, sin ambages ni palabras medidas, que yo quizá pueda permitírmelo, pero él no.

Antoni tiene un trabajo eventual por horas; cobra unos seiscientos euros escasos al mes, con los que afronta los gastos familiares. Sin la ayuda de sus padres, ni de lejos llegaría a fin de mes. Antes cobraba más, claro. Y en esos tiempos de burbuja optimista "vivió por encima de sus posibilidades", con la ayuda de unos bancos que le prometían el oro y el moro. Encima, su contrato pende de un hilo, de la espada de Damocles que supone una renovación del mismo trimestre a trimestre.

De ahí que no pueda afrontar el descuento salarial que le supondría el apoyar la convocatoria de huelga, ni el riesgo que supondría ante las futuras renovaciones de contrato. Y también que me diga, sin tono alguno de reproche o envidia, sino más bien de tristeza rayana en la ira digna, que servidor de ustedes "se lo puede permitir".

Como quien se puede permitir comprarse el último aparatuqui tecnológico del que disfrutamos en una mezcla de necesidad laboral y puro ocio, o de esa semanita de vacaciones con la que pretendemos desconectar brevemente de la dura realidad. Ir a la huelga se convierte, pues, en un privilegio más que en un derecho.

Y entonces pienso no sólo en los Antonis a los que han ido desangrando en los últimos años hasta arrancarles, económicamente hablando, la posibilidad de expresar su insatisfacción con las políticas económicas o meramente de defender sus derechos... También pienso en los que, teniendo un trabajo precario, no se atreverán a acudir a la llamada porque sus jefes, de facto o con indirectas, les hacen ver lo "inadecuado" de ir a una jornada de protesta. Y, sobre todo, pienso en esos otros Antonis, en el 25% de la población laboral, que sencillamente no puede ir a la huelga porque ya no tiene trabajo del que ausentarse para protestar. Ese 25% que no aparecerá en las estadísticas sobre el resultado de la convocatoria.

Los que mañana secundaremos la convocatoria de huelga, al final, resultaremos ser unos privilegiados, porque aún tenemos un sueldo del que nos pueden descontar los correspondientes haberes, y que además, dentro del sacrificio que supone ese descuento salarial, aún tenemos margen de maniobra.

O sea que volvemos al principio y les maldigo de nuevo. A los que empezaron hace ya quince años, o incluso antes, a hinchar la falsa burbuja de prosperidad, a los que luego no hicieron nada por pinchar el globo antes de que nos estallara en los morros, y a los que ahora no ven otra solución que la de tocar la lira, cual discípulos de Nerón, mientras queman la Roma que ellos crearon, con sus inocentes inquilinos dentro.

Así que por ello, aparte de otras muchas razones, mañana acudiré a una huelga más. Ejerceré ese derecho ya transmutado en privilegio. Por mí, por mi familia, mis amigos y todos los Antonis de este país que no pueden ejercerlo. Y por que sé que de seguir las cosas así, cada vez habrá más Antonis, y que uno de ellos podría ser yo o uno de los míos. Algún día no "podré permitirme" hacer una huelga, o en el peor de los casos no tendré ocasión para ello.

Porque aunque sé que es casi seguro que a corto o medio plazo no servirá de mucho, también sé que de menos serviría el no hacer nada.

Antoni, maco, va por ti también...

Salud.

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