Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

¿QUÉ PUEDES ENCONTRAR EN LA BOTICA?

miércoles, 26 de junio de 2013

A falta de otros argumentos, sea usted demagogo.

Si hubiera una carrera universitaria que diera el título de "político", la oración que encabeza este envío bien podría ser uno de los consejos que recibirían los aspirantes a padrastros de la patria. Cuando te falten argumentos, o los que tienes pudieran ser no ya rebatidos, sino sencillamente discutidos, acude a la demagogia. Mano de santo. Éxito asegurado... al menos entre los que tienen dudas o los que están dispuestos a beber de cualquier agua que les ofrezcas.

Al menos, ese ha sido el último recurso, el argumento final de autoridad, en todo lo referente al sistema educativo, ese gran fracaso de esta democracia, o simulacro de democracia en transición, que hemos estado viviendo desde hace treinta y ocho años.

El último aldabonazo ha sido la propuesta del ministro Wert para reformar el sistema de becas. Ni siquiera hay aquí circunstancias atenuantes, sino más bien todo lo contrario, circunstancias agravantes. No se habla de, hagamos de abogado del diablo, circunstancias educativas concretas, o de la necesidad de razonar quién necesita realmente una beca y quién no. Directamente, se hace uso de demagogia y se habla de una "cultura del esfuerzo" y se pone el límite en una fría nota numérica. El 6,5. Nada más y nada menos. Casi un notable.

Y no se queda la cosa ahí, no. Con la aquiescencia, supongo, del ministerio de Educación, su claque mediática, ese coro de grillos desafinado, aplaude la reforma, pero también sin razonamiento alguno: sencillamente, echando más demagogia al fuego. Hay becarios que hacen mal uso del dinero recibido, y se llegan a poner ejemplos (en un nuevo homenaje al landismo, digo yo): alguna emplea la asignación en ponerse tetas nuevas. En un alarde de investigación periodística, se llega a decir que como este "seguro que hay cien mil casos más".

Con estos supuestos, habrá gente que esté de acuerdo con la casi supresión del sistema de becas. Cómo no. Y lo bueno que tiene la demagogia para el que la usa es que impide el razonamiento. Impide ver que estos casos de empleo incorrecto de la beca muestran otro fracaso de las medidas de control de gasto del dinero público, algo que hay que achacar a los diferentes gobernantes que nos han tocado en desgracia.

Porque no se puede negar que es posible que haya habido mal empleo del dinero de la beca. Los que estamos metidos en este mundo conocemos esos casos. Sinvergüenzas los hay en todos lados, qué duda cabe. Pero son minoría. Hablamos con ira de ese tipo/a jeta que se ha fundido la asignación para libros, por ejemplo, en otra cosa, necesaria o no. Sin embargo, no decimos nada de la mayoría, inmensa mayoría que tiene en esa asignación la tabla a la que agarrarse para acceder a la educación que necesita. Y no decimos nada porque cae de cajón, porque es lo lógico y normal que debe ocurrir, y ocurre. Lamentablemente, el grito ante el minoritario mal uso y el silencio ante la mayoritaria buena conducta es lo que da armas al demagogo.

Un demagogo que además de incapaz de razonar, es vago y tira siempre por el camino más fácil. Como hay cierta gente que se aprovecha del sistema, endurezcámoslo para todos hasta su cercana desaparición. Nada de articular formas para acabar con la picaresca. Nada de buscar medidas de control para eliminar del sistema a los pocos que abusan de él. Eso costaría mucho trabajo y tiempo. Puede que también mucho dinero, aunque me permita dudarlo. Mejor eliminar o endurecer la beca, y una pasta gansa que nos ahorramos, pensarán.

Y olvidarán que la beca no es un premio. Es el camino para los que no pueden permitirse el acceso a la educación. Es, en definitiva, un derecho. Y, como tal, contempla deberes, por supuesto. Si no cumples con ellos, se te retira la beca. Así de simple. Pero sólo si no cumples con ellos, si no llegas al mínimo exigible. No se puede poner el derecho a una beca en un 6,5 cuando el sistema te dice que eres apto para continuar tus estudios si llegas al 5.

Y si se quiere promocionar el esfuerzo y resultados, gratificar a los mejores, pues que se haga. Eso está bien. Pero eso no es una beca, es un premio, algo que no debería entrar en conflicto con aquella, porque su objetivo es diferente. Un premio es un acicate para la excelencia; una beca es, para muchos, necesaria para sobrevivir.

Finalmente, puestos a usar demagogia, hagámoslo todos. Es fácil. Como en esta viñeta de Bernardo Vergara para El Diario. Porque si se quiere usar casos minoritarios para endurecer o eliminar un sistema, ¿por qué no usar otros casos minoritarios para mantenerlo?
 

Supongo que casos como el de la chica de aquí arriba no son la regla. Pero existen. Y tal como van las cosas, habrá cada vez más. Todos lo sabemos. Y solo por gente como ella se debería promover un sistema de becas razonable, justo y accesible para los que lo necesitan.

¡Salud!




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