Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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jueves, 17 de octubre de 2013

Ya no se puede ni despreciar...

Dejemos hablar al maestro Serrat,

"Nada tienes que temer,
al mal tiempo buena cara,
la Constitución te ampara,
la justicia te defiende,
la policía te guarda,
el sindicato te apoya,
el sistema te respalda
y los pajaritos cantan
y las nubes se levantan."

Pues eso, que qué bien que tenemos una administración pública protectora, quizá no al nivel de aquel cielo de Bowles via Bertolucci, pero casi. No, no se emocionen, no es que nuestros padrastros de la patria hayan recapacitado y nos devuelvan la sanidad o educación pública, los salarios y los derechos que nos están robando.

Nada de eso, nada de cuidar nuestros cuerpos, que cuando antes se agoten, mejor, para no ser una carga financiera para el Estado. Pero el alma... ay amigu, el alma nos la siguen cuidando. Para que nuestros espíritus no se sientan ofendidos por lo que alguien pueda decir, se le prohibe hablar, y ya está. Y todos tan contentos, que nada más hay que ver cuanto papanatismo hay en los foros aplaudiendo la decisión en cuestión. Como yo no quiero pensar y decidir, mostrar mi disconformidad con lo dicho por un individuo, que papá Estado (ayuntamiento, en este caso) lo haga por mí. Plas, plas, plas.

El cantante Albert Pla no podrá actuar en Gijón porque la corporación que permitió su contratación por un teatro público considera que unas declaraciones hechas por el mismo son lo suficientemente ofensivas para cancelar su actuación. Este es el resumen.

Dejémonos de eufemismos. En democracia, "cancelar" una actuación por un motivo así es inconcebible. En una dictadura, sería censura, un atentado contra la libertad de expresión. Que cada cual saque conclusiones de dónde y cómo estamos viviendo, fiscalizados, sabedores de que si decimos algo que alguien pueda considerar ofensivo, aunque se diga de forma irónica, o con el mero propósito de buscar la provocación -inteligente o infantil o soez, da igual-, podemos pagar las consecuencias.

Nos privan de reaccionar. No solo porque los que querían ver al cantante no podrán hacerlo por decisión institucional, sino que los que no estaban de acuerdo con él no podrán ejercer el derecho del desprecio. "No hay mayor desprecio que la falta de aprecio", dice el saber popular. El saber político añade, "No te preocupes, ya lo despreciamos nosotros por ti".

Seguimos cuesta abajo y sin frenos, y no estamos haciendo nada por evitarlo. Porque es lo más cómodo.

¡Salud!

(Nota: el que esto suscribe, deliberadamente, ha omitido cualquier opinión personal sobre Albert Pla, ya sea sobre su actividad profesional o las declaraciones en cuestión, y de hecho ha preferido no mencionarlas para no apartarse de la esencia del problema real).

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