Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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domingo, 9 de febrero de 2014

Linchamientos

Fury © Metro-Goldwyn-Mayer
Al parecer, no se sabe a ciencia cierta el origen de la palabra "linchar", pero todas las etimologías coinciden en que en algún momento alguien apellidado Lynch aplicó su particular sentido de la justicia sin esperar a que los profesionales de las leyes dictaminaran al respecto, sin tener en cuenta la presunción de inocencia.

El linchamiento se intenta vender a veces como una muestra de la justicia popular, intentando alcanzar o incluso mejorar los resultados de una justicia oficial a la que se ve como corrupta o "blanda". La cuestión es si esta "democratización" de la justicia es la respuesta correcta. La solución al dilema es fácil. No. Nunca. La justicia popular que alienta el linchamiento surge de la ira, la rabia y la impotencia, malas consejeras siempre a la hora de analizar si un acusado de un crimen es inocente o culpable. Descargamos toda nuestra ira, frustración y, sobre todo, miedos en alguien cuya inocencia o culpabilidad no estamos preparados para decidir.

La extraordinaria película de Fritz Lang Furia es uno de los mejores alegatos contra este tipo de justicia, y debería ser de visión obligada en estos tiempos de crisis económica y social. Cuando pasa por un pueblo camino de encontrarse con su novia, un joven es detenido y acusado, basándose en evidencia no determinante, de estar implicado en el secuestro de un niño y es encarcelado a la espera de juicio. La película se detiene en como las habladurías, dentro de esa cerrada sociedad rural, van exagerando la supuesta intervención del acusado en el crimen, hasta que la ira ante el mismo y el miedo a que la justicia oficial se quede corta o tarde en reaccionar, hace que la masa estalle y acabe prendiendo fuego a la cárcel donde se encuentra el prisionero. La escena en que se nos muestran los rostros de la turba, reflejando la satisfacción por un "deber cumplido" e incluso un latente sadismo, están entre lo mejor de la historia del cine.



Traspasemos a nuestros tiempos este argumento. Ahora tenemos una sociedad supuestamente más abierta gracias a la tecnología. Disponemos de más información y de más tiempo y medios para contrastarla. Supuestamente no debería haber lugar para linchamientos. Y sin embargo, los sigue habiendo, porque lo que no ha cambiado con el paso de los años es el miedo y la ira, la frustración y la rabia, pero con el agravante de que cualquier habladuría tiene pasto para propagarse con más facilidad y llegar a más gente.

El caso de Woody Allen es palmario. A nadie le gustan los pedófilos. El miedo a que nuestros hijos sean víctimas de algo innombrable es superior a cualquier instinto de raciocinio. Allen, que ya fue acusado hace veinte años de abusar de su hija adoptiva y declarado inocente, vuelve a estar en la picota por nuevas acusaciones. O por la misma, en realidad. La sola posibilidad de que una figura de este calibre esté implicado en algo tan deleznable asusta. La razón dice que deberíamos esperar a ver que dictamina la justicia,. Sin embargo, las habladurías, el cotilleo y el miedo, amplificados millones de vez merced al mundo conectado en el que vivimos, ya han dictado sentencia. Culpable. Las redes, los medios, bullen con comentarios inflamados y furibundos. No hay cárceles que quemar con el acusado dentro, pero se desprecia su obra, quemándola en efigie a falta de algo "mejor".

Y el caso de Woody Allen es notorio por ser quien es el personaje, pero puede aplicarse a cualquiera. Seguro que muchos de ustedes han recibido mensajes en los que se les avisa de supuestos secuestradores rondando el colegio en el que estudian sus hijos, de supuestos violadores acechando en los portales de sus casas, instándoles a tomar medidas si ven a los personajes en cuestión. El miedo nos atenaza, pero al mismo tiempo nos da una fuerza y valor que ignorábamos tener. Con todo, son una fuerza y valor equivocados. El tópico "dispara primero, pregunta después" de las malos westerns.

Malos tiempos para el raciocinio los que estamos viviendo. Estamos más dispuestos al linchamiento, a la búsqueda de culpables para desfogar en ellos nuestra rabia contenida, para aplacar el miedo que nos domina, para justificar la desconfianza en las instituciones que nos agobia. Esperar a ver si se confirma la culpabilidad del acusado y ver con satisfacción que entonces, y solo entonces, recibe el castigo que merece... eso no nos basta ya. Otro síntoma de la decadencia de los tiempos que vivimos.

 ¡Salud!

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