Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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lunes, 14 de abril de 2014

(A la espera de algo más) Por estética, República.


De la colección de cromos sobre la República ilustrados por Tinez. Imagen encontrada en página El Abuelito
 Será cosa de este sarcasmo escéptico que acaba llegando con la edad, pero uno ya no tiene tanta pasión por las convicciones de siempre. No es que entre en mis planes un "cambio de chaqueta", a lo Groucho Marx (ya saben, a lo "Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros"), pero sí que tengo desconfianza, al menos ideológicamente de todo y de todos. Demasiadas bofetadas, desilusiones y cornás de esas que te da la vida...

La cuestión es que hoy volvemos a recordar, y algunos, a celebrar, el aniversario de uno de los momentos más ilusionantes de nuestra historia. Y si al principio uno transitaba por esta jornada con la esperanza de que algún día pudiéramos volver a repetirlo, con el paso de los años mi celebración se ha convertido en un mero homenaje, un recuerdo sentido hacia lo que pudo haber sido y no fue, por los propios errores de esa Segunda República y, sobre todo, porque unos bestias que no merecen volver a ser nombrados llevaron la sangre al río...

Y es que he dejado de creer en que un cambio de tipo de Estado sea la solución a los muchos problemas que padecemos. Por lo menos, no sería así mientras no apareciera un proyecto ilusionante adherido a ese nuevo modelo de Estado: no estamos en 1930, cuando parecía que dicho nuevo modelo podría ser la salida...

Algo parecido me pasa con secesiones e independencias... Siempre respetaré, y apoyaré, la decisión mayoritaria de la gente a este respecto, pero tampoco creo que la solución esté en la creación de nuevos países. El problema, repito, no tiene solución en nuevos Estados... si eso no lleva consigo nuevos proyectos, y sobre todo, nuevas personas.

La crisis que llevamos sobre nuestros hombros no es sólo económica, sino también ideológica y de valores. Cualquier cambio de sistema sin acometer un cambio en este sentido, no será más que ver al mismo perro con distinto collar. Las injusticias, las diferencias sociales y económicas... seguirán existiendo.

¿Qué nos queda, entonces, con respecto a esta República que hoy celebramos? Por ahora, solo la estética, la idea de que es incongruente con un estado de derecho que haya una familia que herede por los siglos de los siglos la representación de un pueblo. No estoy seguro de que cambiar el jefe del Estado de un Rey a un Presidente nos vaya a solucionar la vida... pero mi sentido estético quedaría contento.

Ya se sabe que la estética no es lo esencial, pero es importante también, Y quizás al final sea lo único que nos quede en este mundo podrido y sin ética, como decía el Makinavaja de Ivá en otra de mis citas de cabecera...

Así que celebremos hoy el día de la fallida Segunda República. Homenajeemos a los que la instauraron, a los que honestamente creyeron en ella e intentaron sacar a nuestra España del feroz atraso de siglos en el que estaba sumida. Tuvo errores, sí, pero tan mala no sería cuando esta también fallida democracia en la que vivimos basa sus mejores hallazgos en lo que aquella República propuso y en cierta parte no logró hacer.

Pero, aunque nos haga ilusión la llegada de la Tercera, esperemos que, de hacerlo, aparte de por estética, sea porque también aporte algo realmente nuevo que nos solucione los problemas.

¡Salud!

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