Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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viernes, 23 de mayo de 2014

La abstención: respetable, pero no revolucionaria.

Estamos a dos días de unas elecciones. Seguro que lo han notado, aunque el antaño divertido colorido mural de las paredes de nuestras ciudades y los debates televisivos acalorados, comentados al día siguiente con fruición por electores voraces, hayan acabado dando paso a frios posters colgados de farolas, debates televisados que despiertan el mínimo interés y, eso sí, un buzoneo masivo de cartas prefabricadas con un falso tuteo... junto a la propaganda de la telepizzería de tu barrio te llega el mensaje de quienes quieren tu voto para, a lo lobo de Perrault, gobernarte mejooooor...


Con todo, si que hay un debate que bulle por las redes sociales sobre todo, que salva de la vulgaridad una convocatoria que, reconozcámoslo, siempre ha sido la más ninguneada de todos los  llamamientos electorales, la elección de nuestros representantes en eso que antes sonaba tan bonito cuando lo llamábamos Europa... el debate sobre la abstención.

Tradicionalmente, nunca nos había interesado mucho lo de los escaños europeos. Dentro de la cada vez mayor ignorancia política del ciudadano de este país, la ignorancia sobre quién estaba ubicando sus posaderas en los escaños de Bruselas era todavía más acentuada. Ni lo sabemos ni nos importa demasiado, parecía ser la opinión mayoritaria.

Pero mira tú, tras tres años de pesadilla desde Génova Street que han sucedido a cuatro de mundos de Barrio Sésamo donde Espinete acabó siendo un personaje de The Walking Dead, estas elecciones europeas se convierten en un barómetro curioso que indique por donde pueden andar los tiros en el año de fuegos artificiales electorales que nos espera a la vuelta de la próxima Nochevieja. Nos sigue importando un pimiento quién va a lucir maleta de ejecutivo en Europa, pero nos pica la curiosidad de ver cómo podría extrapolarse esto ante la más decisiva convocatoria en ciernes.

Y la conclusión es que más allá de quién va a ganar, o si el bipartidismo baja en apoyos, si las eternas alternativas se convierten en realidades, si los peces chicos pueden comerse -o picar un poquito- a los grandes...es que va a haber una abstención enorme, desproporcionada quizá. No hay casi nada criticable en ello, a no ser que el abstencionista sea un fascista convencido que se cisca en la democracia, claro. En ese caso, aunque se reconozca la "honestidad" del individuo (que hay demasiado fascista votando, no se nos olvide), no se debe sentir más que desprecio.

Pero el resto de los abstencionistas, la inmensa mayoría, merecen todos los respetos, sean cuales sean los motivos que les lleven a ello. Y motivos haylos, muy variados y muy comprensibles: hastío, decepción, ira, rabia... incluso la vagancia, el sencillo "no me apetece" tiene un pase. La abstención no debería ser nada reprochable siempre que sea reflejo de una actitud ante el sistema. Unos creemos, a pesar de las cornás, todavía en él y otros, de forma definitiva o provisional, no. Punto.

El problema, si es que lo hay, es pretender minimizar el efecto de la abstención o, en el extremo opuesto, ennoblecerla más allá de lo que significa. Por un lado, es un error pensar que la abstención es inocua, que no afecta al resultado de unas elecciones. Las meras matemáticas nos dicen que si la atribución de escaños se basa en un porcentaje de los votos emitidos y no de la población con derecho a voto, el resultado es que a más abstención, menos votos hacen falta para conseguir un escaño.

Como consecuencia de esto, existe la idea de que la abstención favorece a la derecha, o incluso al bipartidismo. Tal idea surge de la convicción de que el abstencionista es mayoritariamente un ex-votante de izquierda que, decepcionado, se ha encontrado sin espacio político que le represente. En el otro extremo, el votante de derechas nunca estaría decepcionado, siempre votaría fielmente por muchas patadas en el estómago que le dé el partido de su elección. No estoy tan seguro de ello como antes, porque me parece que en los últimos años la decepción se ha repartido más en todo el espectro ideológico...

Al otro lado de la barrera, frente a esta minimización de la abstención, tenemos su ennoblecimiento, la idea, para mí deliciosamente utópica, de que una abstención elevada sería revolucionaria, contribuiría a un cambio en el sistema. Ojalá fuera así. Ojalá esta caterva de políticos corruptos supervivientes a imputaciones, escándalos, pagos diferidos en "B", promesas electorales incumplidas y demás "bagatelas" cayera del guindo ante una abstención elevada, reflexionara y cambiara de actitud, renovando dicho sistema.

Pero no. Estos, moralmente hablando, pueden con todo. Si les da igual la marea de escándalos en la que se han metido, igual les va a dar que la gente vaya a votar o no, mientras ganen su escañito. Con todo ello la abstención sigue siendo un derecho respetable, que nadie lo dude, pero no se convierte en un acto revolucionario. Sencillamente, el hastío, la rabia o decepción hace que delegues en otros la responsabilidad de la elección. Crees que todos son unos inútiles o unos corruptos o lo que sea, y te da igual quien gobierne.

Si realmente se quiere cambiar el sistema, solo hay dos maneras de hacerlo: desde dentro, mediante el voto, o desde fuera, tomando la calle con protestas y llegando a una revolución si es necesario. Como no se cambiará es quedándose a un lado. Al final, la abstención, por definición la renuncia a ejercer el derecho al voto, también es parte del sistema.

Servidor de ustedes, que se abstuvo en las últimas elecciones europeas por pura vagancia, va a ir a votar este domingo. Porque, quizás iluso de mí, creo que el resultado de las mismas, dentro de su tradicional inutilidad, sí que puede ser un toque de atención, para unos y para otros. Lo que no tengo aún muy claro es a quien voy a votar, aunque sí he decidido contra quién voy a hacerlo.

Al final, sean felices con su decisión. Votando a alguien, contra alguien, en blanco, nulo, o absteniéndose. Porque, aunque sea imperfecta, es democracia. Costó años de mucho sufrimiento y sangre llegar a ella. La alternativa, donde esta disquisición no tendría sentido al no haber lugar al debate entre votar o no, no nos gustaría.

¡Salud!


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