Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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viernes, 4 de julio de 2014

SherlAROCkiAna

Foto de Alberto López Aroca, originalmente en su página de Facebook
Los lectores (y puede aplicarse esto a cualquier degustador de historias como los cinéfilos o los adictos a las series de televisión) somos unos cotillas. Por eso leemos, porque nos interesa lo que les va a pasar a una serie de personajes, y disfrutamos con sus alegrias y, cómo no, también con su sufrimiento. Y cuando terminamos una historia, estamos preparados para degustar otra, con otros personajes, con otras circunstancias...


... o igual no. Hay veces que nos instalamos en la posición burguesa del que ha quedado muy satisfecho con un grupo de caracteres y queremos seguir sabiendo de ellos. ¿Para qué arriesgarse con nuevos retos literarios que no sabemos si nos gustarán cuando se puede seguir leyendo algo que ya hemos probado con gusto? Y muchos autores, complacientes con sus propias creaciones, le dan el gusto a sus lectores (y también en algunos afortunados casos a sus cuentas nada corrientes) ofreciendo largos ciclos de novelas que pretenden colmar al aficionado más exigente.

El problema está en que el autor no siempre está disponible. Por ley de vida, claro está. Así que leemos los clásicos y nos quedamos con las ganas, pongamos... de saber qué fue de Arthur Gordon Pym, o de Ishmael... saber si Oliver Twist tuvo una vida plena y feliz, si hay aventuras no contadas de Quatermass, o casos ocultos de todo un Hercules Poirot... Da igual que la intención original del autor fuera dar una historia cerrada, sin licencia alguna a una continuación. Da igual que pueda ser una obra redonda, perfecta, que no precise de ni una letra más. Nuestra parte más cotilla quiere más. Aunque solo sea para dar gusto a otra parte nuestra, la criticona, y dar caña a esas continuaciones que luego consideraremos indignas del original...

Aquí entra gente como Alberto López Aroca. Aficionados, lectores compulsivos a quienes no les basta con los textos de sus personajes favoritos y quieren más. Y como es gente que sabe escribir bien, y que conoce los resortes que hacen que un relato avance y atrape al lector en su tela de araña, deciden ellos mismos poner manos a la obra.

Sherlock Holmes es un enigma dentro de otro enigma. Está lo que los expertos llaman el canon, las novelas e historias cortas escritas por su creador Conan Doyle. Pero la fascinación que plantean los personajes es tal que todo ese corpus literario, que no es pequeño ni mucho menos, no nos basta a los aficionados. Queremos más. Y tenemos mucho, muchísimo más, vaya que sí. No todo bueno o mínimamente legible, pero en un porcentaje muy amplio por lo menos interesante. Y algunas pequeñas obras maestras en su género.

Secuela, precuela, pastiche, mitología creativa... diferentes términos que aglutinan trabajos que pretenden homenajear, pero sobre todo ofrecer nuevos matices, diferentes visiones, pero al mismo tiempo fuertemente enraizadas en el original, de personajes y situaciones que forman parte de nuestro imaginario colectivo.

López Aroca lleva ya mucho tiempo trabajando en su propia mitología sherlockiana. Coge al detective de Baker Street, le añade buenas dosis de ingredientes que conforman lo que se ha dado en llamar cultura popular (comic, cine, literatura pulp, la aventura dieciochesca) y le utiliza como excusa para contar historias. En los últimos años ha dado una explicación al caso de la rata de Sumatra (Charlie Marlow y la rata gigante de Sumatra, 2012) y a la desaparición del Mary Celeste (Los náufragos de Venus, 2013). Ha complementado esta última historia con dos entretenidísimos relatos cortos como tributo a las añejas colecciones "de quiosco" firmadas por seudónimos tan altisonantes como Curtis Garland o Silver Kane. Y, como quien no quiere la cosa, ha publicado un análisis de la presencia editorial de Sherlock Holmes en nuestro país, condimentándolo con análisis rápidos y precisos de pastiches variados con el personaje (Sherlock Holmes en España, 2014), y ha reeditado un volumen de relatos de mitología creativa variada (Los espectros conjurados, 2004, 2ª ed. 2014).

El mérito de Aroca está en crear unas historias hipnóticas hasta la obsesión y de salir airoso de unos retos complicados, y no me refiero solo al hecho de "atreverse" a poner su granito de arena en la sherlockiana... En Charlie Marlow y la rata gigante de Sumatra nos presenta una aventura muy al gusto del siglo XIX, digna de un Rider Haggard por ejemplo, y la llena de guiños a mitos variados que apabullan al lector más friqui. Preñan el relato referencias al comic (Capitán Marvel, Tintín, el Hombre Enmascarado), la literatura de aventuras colonial (Rudyard Kipling, Joseph Conrad), el cine más clásico (King Kong), entre otras muchas, muchísimas... y el autor sobrevive a esta amalgama feroz de homenajes y tributos, consiguiendo que todo encaje sin que su obra parezca un patchwork al que se le noten las costuras. Todo está al servicio de la historia, que funciona como un buen reloj de bolsillo.

Los náufragos de Venus (y sus dos secuelas) abandona la mayor parte de este compendio referencial y se centra exclusivamente en la historia, estando el reto en conseguir que un punto de partida que en otras manos pudiera haber sido un estrambote (la explicación a la desaparición del Mary Celeste) se convierte en una mera anécdota que da pie a una historia fascinante en un mundo de fantasía exuberantemente descrito. Y muy sádico con sus personajes, pobrecillos...

El nuevo reto futuro de López Aroca está en introducir a Holmes de lleno en el mundo de Lovecraft. O a Lovecraft en el mundo de Holmes, que tanto monta. Como en sus anteriores trabajos, no es el único, ni el primero ni el último, en meterse en tal "desaguisado". Pero uno tiene la impresión de que, a poco que mantenga la velocidad de crucero que ha alcanzado, volverá a salir airoso. Por lo menos, espero la experiencia con toda la ilusión de un lector rendido.

Ah, Alberto López Aroca pululará  este fin de semana por la Semana Negra de Gijón. Si pueden, no se lo pierdan.

¡Salud!

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