Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

¿QUÉ PUEDES ENCONTRAR EN LA BOTICA?

martes, 1 de julio de 2014

Los enemigos son ellos, y están entre nosotros.

Como alumno del Colegio de La Inmaculada de Gijón, durante ocho años de mi vida pasé todos los días al lado de una enorme sala interior, con una maqueta del edificio reproduciendo el bombardeo que sufrió durante la Guerra Civil, restos de armas usadas durante el conflicto, y, sobre la pared, inscrita en letras enormes, la proclama "El enemigo está dentro, disparad sobre nosotros.", supuestamente heróicas frases lanzadas por los rebeldes atrincherados en el recinto, pidiendo el socorro de un buque golpista en las aguas cercanas a la ciudad...

Más allá de la anécdota inherente a una de tantas historias de terror, de lucha y odio entre antiguos amigos, incluso hermanos, que ilustran toda guerra civil que se precie, al niño y adolescente que fuí le seducía el poder de esas palabras. Era preferible un suicidio llevándose por delante al enemigo que la posibilidad de intentar sobrevivir para seguir la lucha otro día. Material de película del Hollywood clásico en rutilante blanco y negro. Sólo que, por lo que se ve, esto había sido real. Tristemente real.

Tres cuartos de siglo después, cierta gente - curiosamente, de ideología cercana, aunque con un baño de oropel democrático, a los golpistas del 36 - ha desarrollado un aggiornamiento del lema en cuestión. "El enemigo está dentro, entre nosotros, pero que quede claro que son ellos. Todos los que no piensan como yo." Esto incluiría a los que protestan contra su política, los que plantean alternativas, viables o no, los que disienten. En definitiva, los que hoy más están sufriendo.

Pero ese enemigo debe tener un nombre, algo que le haga reconocible, algo que movilice a los indecisos y supuestamente racionales o neutrales en su contra. Y nada hay más efectivo en este país que el terrorismo. El miedo sigue siendo un arma poderosa para controlar a la plebe, como muy bien saben dictadores y terroristas. Es un miedo fácilmente maleable en desprecio, y finalmente, en odio. Los españoles han sufrido demasiado en sus carnes las consecuencias funestas de asesinatos indiscriminados e incomprensibles, y todo lo que huela a terrorismo hace que se reaccione de manera visceral.

Los dos partidos que se han ido turnando en el poder durante décadas lo saben bien. Usar, de manera inconsciente o, todavía más grave, consciente el dolor de las víctimas tiene réditos en forma de votos. Un atentado terrorista moviliza al electorado en la dirección de los que dicen que van a luchar contra esa barbarie, o de las que la van explicar. A veces con justificación. Otras, con el uso del "todo vale".

Se ha radicalizado esta postura en los últimos años. Del "¿Quién ha sido?" del 2003 que llevo a Rodríguez Zapatero al poder (triunfando donde habían fracasado malos tratamientos de desastres de petroleros, intervenciones en guerras o corrupción generalizada) hemos pasado a la deslegitimación de cualquier disidencia con el "tienen relaciones con ETA".

Por supuesto, este "ETA" no significa actualmente la deplorable banda asesina. Hoy "ETA" es, para el poder establecido, cualquier intento de comprensión del problema vasco. El ser comprensivo con el supuesto deseo de independencia de un pueblo, el intentar explicar el origen del frenesí sangriento del terrorista se convierte en apología del crimen.

Que es lo que ha hecho justamente el nuevo enemigo, el mosquito que, en palabras de Libertad, la amiga de Mafalda, no va a parar el tren pero puede llenar de ronchas al maquinista. Pablo Iglesias ha cometido el error "imperdonable" de aparecer en actos de apoyo al independentismo vasco y de no denostar el terrorismo con las palabras que al poder establecido le gustaría escuchar. El líder de Podemos ha dicho que el terrorismo tiene "explicaciones políticas".

Inconscientemente, Iglesias ha dado armas a los que le temen. Su presencia en actos en favor del acercamiento de presos etarras le "condena" aún más. A falta de mayores argumentos, y visto que lo de su supuesta conexión con Venezuela no parece funcionar, bueno es volver a usar el argumento de ETA. Y mira tú por donde que, ya puestos, se debería empezar por criminalizar el diccionario de la RAE, que como una de las acepciones para la palabra "terrorismo" incluye "Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos." (el subrayado es mío, que conste).

O sea, que Iglesias no ha hecho otra cosa que constatar lo obvio. Y por supuesto que tal obviedad no justifica los asesinatos, el dolor y la sangre vertida. No es circunstancia atenuante que deba usarse para aliviar penas de prisión. Pero que todo terrorismo tiene una agenda política, que hay un problema político, real o magnificado, detrás... eso es evidente. Y como el propio Iglesias ha dicho, el hecho de que gobiernos anteriores usaran como arma ante la lacra terrorista la negociación lo demuestra. 

El miedo, sin embargo, hace reaccionar visceralmente al poder. Hay que criminalizar este nuevo enemigo, incluso aunque diga cosas parecidas a algo que nosotros defendimos antes. Usemos la munición llamada "ETA". El enemigo está dentro, pero no somos nosotros. Nosotros somos el Billy Crystal que parodiaba la más famosa escena de Espartaco, intentando dejar bien claro que él es el esclavo rebelde, no nosotros.  Nada de suicidios heróicos esta vez. Hay que sobrevivir para seguir... ¿luchando? No, esta vez es para seguir medrando. Y si hay que traficar una vez más con el dolor ajeno, pues se hace. Sin problemas.

El enemigo está dentro. Pero son ellos. Y son ETA. Siempre son ETA.

¡Salud!


No hay comentarios: