Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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domingo, 12 de octubre de 2014

Madre patria

Hoy es el día de la Hispanidad. El día de todos los españoles, o eso dicen. El día de la patria, nuestra fiesta nacional. Cuando una nación celebra un día así, normalmente hay una corriente mayoritaria de orgullo en sus ciudadanos. No es así en España. Las razones son variadas, y van desde un porcentaje significativo de los habitantes del país que no se consideran españoles, y quieren dejar de serlo, hasta otro porcentaje, también significativo, muy pesimista y decepcionado, harto de lo que ve, que creen ser españoles solo porque les ha tocado nacer y vivir aquí. En medio estaría la gente que, supongo, a pesar de las cornadas variadas sigue orgullosa de su nacionalidad, o la que incluso cree que todo es maravilloso. Sumémosle un grupo más, el de los que pasan de banderas y pasaportes y ven lo de la nacionalidad como un mero trámite administrativo.

Todos estos grupos tienen algo en común, sin embargo: quieren que a su país, sea el que sea (el heredado por las circunstancias, el que les hace sentirse orgullosos, el que desprecian pero aceptan, al que les gustaría pertenecer) le vaya bien. La gente no es idiota. Y lo triste es que al final, la verdad es que no es así, y que para más inri vivimos tiempos en que los nacionalismos de todo cuño se usan para tapar problemas más serios. Sí, la afirmación nacional, el orgullo y/o derecho de ser lo que eres o quieres ser es importante, no cabe duda. Pero no es urgente. Malditos tiempos en los que lo urgente no deja tiempo a lo importante, carajo. Claro que algunas de esas personas pueden pensar que esos problemas urgentes se pueden solucionar con esas afirmaciones nacionales, sean unionistas o independentistas. Si de verdad lo piensan, pues adelante con los faroles, recarambas. Pero igual que les respetamos en su deseo, que respeten también a los que nos conformamos con aceptar lo que somos, creyendo que la solución no está en el nacionalismo exhibicionista de muñequera y banderita, sino en el trabajo diario, en la lucha por resolver los problemas, en el desear que a tu país le vaya bien porque así a ti y a los tuyos les irá bien, en el no pensar que eres mejor que otros sencillamente porque la lotería nacional te haya asignado un país en el que nacer.

Soy español porque mi tierra, donde he nacido y vivido desde siempre, Asturias, está en España. Y está en España porque la inmensa mayoría de los asturianos desean que la cosa siga así. Porque la mayor parte de mi familia y amigos, dentro y fuera de Asturias, son españoles, y con orgullo o con resignación quieren seguir siéndolo. No hay nada más que hablar. Por mucha rabia que destile contra los gobernantes españoles, por mucha vergüenza que sienta por pertenecer a un país donde se vulneran derechos fundamentales, donde los gobernantes y políticos son una casta ruin y canalla, donde demasiada gente parece que solo ejerce orgullo de españolidad saltando a la calle cuando un deportista logra un triunfo de campanillas y sin embargo se queda en casita cuando realmente hay que luchar... a pesar de todo esto, no puedo renegar de lo que soy. Lo que nos queda es aportar nuestro granito de arena para que las cosas cambien. Luchar para que nuestro país sea mejor. Acabar con corrupciones, recuperar derechos.

Les juro que si algún día en España tenemos una educación y sanidad con la calidad a la que tenemos derecho, si conseguimos un estado laico y aconfesional de verdad, si se recupera el derecho a una vivienda y salarios dignos, el paro disminuye a cifras anecdóticas, los jóvenes no tienen que emigrar, desaparecen festejos y celebraciones bárbaras o sanguinarias, la corrupción administrativa y política se convierte en un mal recuerdo... ese día, hasta igual me lío la manta, o la bandera, a la cabeza y salgo a la calle al grito de yo soy español. español, español. Con auténtico orgullo.

Pero no hoy. Hoy no veo razones para celebrar ni para estar orgulloso de mi nacionalidad. Pero seré iluso/optimista y seguiré esperando.

¡Salud!

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