Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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martes, 30 de diciembre de 2014

Asturias, tan cerca y tan lejos: ya era hora.

Podría ser una inocentada con carácter retroactivo, o un efecto milagroso de la Navidad. Sea como sea, Mariano Rajoy, presidente de todos los españoles, para suerte de unos (pocos, espero) y desgracia de otros (muchos, supongo) vuelve a Asturias tras dos años y medio de ausencia. Prácticamente toda su legislatura. Y no viene para enterarse de primera mano de los problemas que sufrimos los asturianos, no. En esto no es diferente de ningún otro político. La feliz ocasión es para aparecer en la foto que simboliza un logro para los habitantes del Principado, el fin de las obras que comunican la región de un lado a otro, en una suerte de columna vertebral que sostiene el territorio.

Por supuesto, todo se hará con la alharaca, pompa y ceremonia que exige la situación. Habrá discursos encendidos de orgullo en los que se hablará, de soslayo o sin recato alguno, de los garantes del evento, que, claro está, habrán sido ellos y no "los otros". Se harán premoniciones de un futuro brillante para Asturias. Estaría dispuesto a realizar apuestas sobre cuántas veces se usarán las palabras "moderno/a" o "modernidad". Y, cómo no, se lanzarán veladas alusiones, que los correveidiles mediáticos de turno transformarán en manifiestas acusaciones, sobre los problemas que fueron incapaces de solucionar, e incluso capaces de crear, administraciones anteriores.

¿Saben qué? Yo invitaría a todos los políticos y gobernantes a esta inauguración. Pero a todos. TODOS. Todos los que durante casi cuarenta años han gestionado de manera tan inepta y trapacera el desarrollo de una vía de comunicación de la que todos dirán ahora que era esencial para el desarrollo de Asturias. Pues enhorabuena, señoras y caballeros. Gracias por haber tardado cuarenta años en crear algo "esencial". Nuestros parabienes a todos los que pusieron obstáculos presupuestarios y administrativos, jugaron de forma partidista con nuestras necesidades, admitieron trazados imposibles que luego hubo que rehacer o pusieron trabas a las obras por motivos egoístas.

Con todos reunidos, tras el corte de la cinta, daría un breve aplauso que reflejara la alegría de los asturianos por ver finalizada la obra. Sin embargo, tras esa corta exultación, procedería a una tanda de silbidos de desaprobación acompañados de un cántico airado, un "¡¡Ya-era-hora!!" que les recordara que ellos, que tanto dicen pensar en nosotros, fueron responsables de mantenernos tanto tiempo sin una via de comunicación digna. Cuando un alumno aprueba una asignatura a la quinta o sexta convocatoria, tras unas cuantas a las que no acudió o en las que fracasó por vagancia o incompetencia, no cabe duda de que te alegras y le felicitas; pero no tiras cohetes, la verdad. Más pronto o más tarde le acabas recordando que podría haberlo hecho antes.

Dicen que ahora puede irse de Asturias al centro de Europa por una vía de mínimo cuatro carriles, rápida y de calidad. Amén. Como le oí a un paisano en un bar hace pocos días, "Asturies ta de norabuena, ho... Ahora que tamos lejos d'Europa, tamos más cerca. Al menos la nuestra chavalería podrá emigrar más rápido."

Si me limitara a glosar el evento que hoy nos ocupa con estas palabras, caería en una demagogia populista muy torpe. Lo sé. No se trata solo de que irónicamente hablemos del puente de plata que se le pone a nuestra juventud, a la que se esta tratando como si fueran enemigos, para que huya de su tierra, una tierra que muy poco les puede ofrecer, para buscarse una mejor vida fuera. Hay muchos más beneficiarios.

No obstante, no se puede evitar pensar que cuando algo "esencial" se demora cuarenta años, las cosas se han hecho muy mal y llegan tarde. Y aunque te alegres por tener de una vez por todas tu necesidad satisfecha (mejor tarde que nunca, dicen), te acuerdas de los que ya no podrán disfrutar de ello. Te reprochas y les reprochas a los responsables las oportunidades perdidas, el tiempo malgastado, y posiblemente acertando por el método del pensar mal, barruntas que si el año próximo no fuera año electoral, aún estaríamos esperando...

En suma, que hoy es un día de alegría para los asturianos. Y pienso disfrutarlo como tal. Pero al menos en lo que a mí se refiere, que los politicastros no esperen agradecimientos ni abrazos ni palmaditas en el hombro. Han tardado cuarenta años en hacer algo "esencial". Con una sonrisa triste les diré "Ya era hora."

¡Salud!

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