Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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domingo, 1 de noviembre de 2015

El riesgo de vivir: hacia la utopía distópica (o la distopia utópica).


Uno de los mensajes, ilustrados o no, (nada de memes, que palabreja más horrible…) que más abundan en los foros sociales estos días incide en la idea de que vivir es letal de necesidad, porque todo aquel que vive muere. Algunos añadimos que por tanto toca vivir con moderación, no sea que un exceso de vida nos acabe sentando mal.

Pues miren ustedes por donde, nuestros gobernantes, esos seres etéreos e intangibles que tanto velan por nuestros intereses, tienen la misma preocupación. Un exceso de vida acaba sentando mal. Lo que no está claro es a quien. O igual si lo está. Les sienta mal a ello
La presidenta del Fondo Monetario Internacional, cuyo nombre no debería ser recordado jamás, esa señora a la que algún día darán el Premio Nobel de la Paz por su desquiciada prisa en que todos Descansemos en Paz de una vez y les dejemos en Paz a ellos, nos recuerda que vivir demasiado es un riesgo y que la solución es postponer jubilaciones y rebajar pensiones. Pues sí que va a ser un riesgo vivir con la miseria que nos van a dejar. Una auténtica Misión Imposible (y curioso que las siglas inglesas del chiringuito de la Madame sean IMF, igual que la organización con la que el personaje de Tom Cruise salva una y otra vez al mundo…).
Sin embargo, la cuestión ya no es que pidamos a nuestros gobernantes un poquito de piedad, honradez y buen trabajo, algo que en el caso del FMI se antoja difícil si tenemos en cuenta que esta señora sucedió en el cargo a un tipo que acabó implicado en un caso de acoso sexual, y a su vez este tipo sucedió al irresponsable del “milagro económico español” y de entidades bancarias solventes a nuestro coste y costa…
No, ya cerca del “virgencitaquemequedecomostoy”, uno se conformaría con que hubiera un poquito de coherencia. Porque mientras que unos nos acusan de mandar la economía al carajo porque vivimos demasiado y eso no hay bolsillo de millonetis que lo resista, sus vecinos de oficina nos dicen que cuidadito con lo que comemos, que nos vamos a morir todos con las células hechas un nazareno si seguimos ingiriendo esas cosas que tanto nos gustan y tanto daño nos hacen.
¿En qué quedamos, pues? ¿Nos hinchamos a fumar, beber y comer carne procesada para hacer un favor a…. bueno, para hacer un favor, morirse antes y dejar de ser una carga para nuestros presuntos semejantes, o hacemos vida ascética y pura y llegamos en plenitud de facultades físicas y mentales a una avanzada edad en la que disfrutaremos de los réditos insignificantes de una vida trabajando tan ascéticamente?
Hay otra alternativa: que en realidad, no haya incoherencia o contradicción alguna. Las élites quieren un mundo de seres perfectos. Con todo, la perfección para ellos no es que seamos guapos, altos y fornidos, rubios y de ojos azules. Más allá de una pesadilla hitleriana, es un mundo de gente sanota, que trabaja por sueldos de mierda y que raramente se pone enferma y que está dispuesta a continuar hasta una edad provecta si hace falta. Y, en el momento en el que por edad ya no sean útiles, preparada para morirse discretamente y no ser una carga para esas élites que “tanto” han hecho por ellos…
Y si quieren sugerencias, que miren en la ficción: siempre quedarán en la recámara soluciones a lo Soylent Green, donde la gente tiene la oportunidad de una eutanasia liberadora y de seguir siendo útiles incluso más allá de su muerte, o el mundo de Logan, donde una vida hedonista y carente de absolutamente nada se termina a los treinta años para que otros puedan seguir disfrutando de la misma.
La utopía distópica de unos y la distopía utópica de otros es la misma. Todo está inventado. Entretanto, seguiremos asumiendo el riesgo de vivir…
¡Salud! (sin ninguna ironía…)

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