Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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viernes, 2 de septiembre de 2011

Soy profe, y no conseguirán que me arrepienta.

Imagen encontrada en blog La danza de la vida
 Y mira que lo intentan. Con sus políticas restrictivas, con sus leyes de educación inoperantes, con sus reducciones de sueldo, con la perdida de autoridad, con las ratios desorbitadas, con los presupuestos ridículos, con el aumento horario...

...y sobre todo, con su demagogia de enfrentarnos a una sociedad que nos necesita, y a la que necesitamos. Una sociedad que quiere que sus hijos estén preparados para enfrentarse a un mundo cada vez más hostil y que cada vez da menos a cambio de pedir más... y una sociedad a la que necesitamos para que nos apoye en nuestra labor.

Por eso, no pienso llorar, ni quejarme, ni justificarme. Lo he hecho demasiadas veces, he pasado por tristezas, momentos de angustia, incluso depresión. He intentado explicar a muchos mi trabajo, como si fuera permanentemente sospechoso de un crimen. Y ya estoy harto. El que no quiere entender lo qué supone la carga laboral y psicológica de ser un profesor, no lo entenderá jamás. Por eso, no merece la pena gastar más saliva, más tinta, más golpes al teclado. Y además, no tengo por qué defenderme de nada. Ante acusaciones necias, lo mejor es ya oídos sordos.

Llegué a esta profesión de casualidad, no por vocación, pero me acabó gustando. Porque pocas te dan esta satisfacción de ver avanzar el producto de tu trabajo paulatinamente, paso a paso. Y también da disgustos, como no. A veces demasiado. Mi profesión no se diferencia tanto de la mayoría en lo que se refiere a inconvenientes y ventajas. Éstas compensan aquellos, y, de nuevo, quién no lo quiera entender así tiene un serio problema.

Pero que quede bien claro, esbirros, esperanzasaguirres variadas y sus acólitos, que no váis a conseguir que me arrepienta de haber escogido este trabajo. Me costó aprender a que me gustara, pasó una época en que lo odié, y ahora le he recuperado el tranquillo, así que no me váis a quitar este placer.

Y que os quede claro, tergiversadores y manipuladores polítiquillos y vuestros crédulos y/o interesados corifeos, que mientras me quede un ápice de dignidad, no váis a poder conmigo. Haré mi trabajo, a veces bien y a veces mal, a veces gracias a mí o al azar, a veces por culpa mía o del maestro armero, pero no a cualquier precio.

Y si al final lo que pretendéis es reducir la enseñanza a un mero mundo tópico funcionarial, de tantas horas al día en la oficina, sellando la tarjetita al entrar y al salir, donde da igual que no haya atención a los diferentes niveles, a los padres, actividades extraescolares variadas y sólo el mero trabajo de tener en la jaula a vuestros hijos para que vosotros estéis tranquilitos mientras trabajáis u os relajáis... pues tened bien claro que eso sería menos trabajo para nosotros. Sería más aburrido, eso sí, pero mucho menos duro.

Tened cuidadito, porque al final a ver si va a resultar que nos necesitáis mucho más que nosotros a vosotros.

¡Salud!

1 comentario:

Wembley dijo...

Peor Jordi, pretenden acabar con la educación pública a base de precarizarla. Si las formas de la Administración en el planteamiento del debate son vergonzosas, con manipulaciones y desinformación más que evidentes, el fondo de la cuestión es temible.