Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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miércoles, 31 de agosto de 2011

Bendito exilio

Foto originalmente en www.nj.com
¿Existe algo así como el disco perfecto? Ya saben, ese del que oyen la primera canción, y piensan "qué buena es", y luego oyen la siguiente, "anda qué esta...", y la siguiente, "¡¡caramba!!", y así hasta que una hora o algo más después terminan las canciones y se dan cuenta de que han tenido una experiencia musical inenarrable...

Sí, claro que existe. Todos, estoy seguro, tenemos un ejemplo que podríamos explicar apasionadamente. Sin embargo, ocurre a veces que tal experiencia no tenga lugar a la primera audición. Es más, los discos que perduran en nuestra memoria, que seguimos escuchando hoy como aquellos lejanos días, son los que han madurado poco a poco, los que han ido ganando gamas gracias a lo que hemos ido aprendiendo por otros lados, los que nos permiten ver nuevos matices con cada escucha. Seguro que también se les ocurre algún ejemplo de estos.

Pues bien, esta es mi experiencia con el Exile on Main St. de los Rolling Stones: es un disco que en primeras escuchas me gustó, pero que no disfruté como los anteriores, pero que con los años se ha convertido en uno de mis discos favoritos, de los pocos que sigo escuchando degustando las canciones en su orden, sin saltarme ninguna, dejando de hacer lo que esté haciendo para perderme en los muchos recovecos que presenta.

¿Qué es lo que tenía este disco para que no me gustara en principio tanto como otros de los Stones? Para empezar, su dimensión asustaba. Ahora son normales los discos de más de una hora de duración, pero cuando yo era chaval, fuera de los discos recopilatorios o los directos, un disco doble era algo que exigía demasiada atención. Parece algo tonto y accesorio, pero el adolescente que yo era no tenía tiempo, o tenía demasiada prisa, para pararse más de una hora en la degustación global de una obra.

En segundo lugar, los discos stonianos que uno había escuchado antes tenían canciones más asequibles melódicamente, y con el sonido más "limpio" ("limpio" dentro de lo que era el sonido de los Rolling, claro está), con la voz de Jagger y las armonias más claras, con los instrumentos sonando vibrantes, punzantes. Exile... presenta un sonido más opaco, más oscuro, menos digerible en principio. Todo parece más confuso y mezclado.

Finalmente, lo más importante. Uno tenía su imagen de los Stones. Sabía lo que quería de ellos. Quería ese rock sazonado de blues, esa voz de Jagger modulando los riffs de Keith Richards. Quería dar botes como los daba con Jumpin' Jack Flash, con Get off of My Cloud, Sympathy for The Devil, Brown Sugar... Quería el desgarro intenso de Gimme Shelter... Admitía alguna baladita, no almibarada a lo As Tears Go By, claro, pero sí intensa y ácida a lo You Can't Always Get What You Want o Salt of The Earth... pero los Stones eran para ese adolescente lo mejor que el rock podía ofrecer.

No es que Exile... adoleciera de rock, claro está. Estaban las tres primeras canciones del disco, un arranque muy prometedor, rock stone en estado puro, y luego llegaba la inmensa Happy del bueno de Keith... incluso disfrutaba de la más rock-pop Tumbling Dice... pero había otras cosas. Había blues casi en estado puro. Y gospel. Y country, mucho country. Pasado por el tamiz Rolling, pero aún así demasiado para el joven musicalmente intransigente que uno era. Así que este disco, sin ser despreciado, pasó durante mucho tiempo a estar en un último plano de mis preferencias.

Pero pasan también los años, y uno escucha más cosas. Se abre a nuevas ideas musicales. Y un buen día, vuelve a escuchar el olvidado disco. Esta vez sin prisas. Oye las canciones que le gustaban. Y luego una a una, en orden. Y se produce el milagro del que les hablo en el primer párrafo. De repente, empieza a apreciar como suena el country, el gospel... en manos de los Stones. Se enamora de la exuberancia de Sweet Virginia. Se emociona con Sweet Black Angel. Se empapa de la oscuridad de Ventilator Blues, o de Let it Loose. Se impregna de la sencilla solemnidad espiritual de Loving Cup o Shine a Light. Las canciones que antes ignoraba o "saltaba" en la escucha del disco se unen a las favoritas, y acaban conformando un conjunto irrepetible.

Hoy resulta que lo que para aquel adolescente eran defectos en este disco, ahora resultan ser sus virtudes: su sonido opaco, confuso, resulta el adecuado para la música que los Stones querían ofrecer en él. Su variedad de estilos le da vida, le convierte en una obra compleja, disfrutable en toda sus gamas. En mi limitado conocimiento de la historia de la música rock, me atrevo a decir que, junto con el Born to Run de Springsteen, es el último grandioso, redondo disco de este género. Ojo, que no digo que estos sean los últimos buenos, o que incluso no se haya hecho alguna mejor colección de canciones más tarde. Pero tan redondos, sin canciones de relleno, que ganen tanto con su escucha continuada, en orden... permítanme que lo dude.

Los Stones hicieron luego buenos discos, y malos, buenas, incluso muy buenas canciones... y también malas, muy malas. Pero no se acercaron a los méritos de Exile... bueno, quizás con Some Girls, su última gran obra. Pero siendo buena, no lo es tanto como este disco, que, dicen, es producto de una época de excesos, de un exilio exterior (los Stones en Francia para huir de los impuestos británicos, grabando ahí y en los USA el disco) e interior (los Stones, especialmente Richards, peleando con sus adicciones y sus rivalidades y egos).

Pues, musicalmente hablando... bendito exilio. Se lo recomiendo vivamente.

¡Salud!

1 comentario:

Wembley dijo...

¿Disco perfecto? Sin duda, junto con Beggars Banquet (otro 10) lo mejor de los Rolling, que tienen mucho y muy bueno.

Yo también lo disfruto más con los años y también lo suelo escuchar del tirón. Curioso porque es un disco que fue concebido como cuatro caras sueltas, la primera más rockstoniana, la segunda más country, la tercera más espiritual y la cuarta más soul, vamos, un viaje a través de los Stones.

Eso sí, discos redondos tras el Born to Run, hombre, para mí varios, pero es cuestión de gustos.