Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

¿QUÉ PUEDES ENCONTRAR EN LA BOTICA?

miércoles, 24 de agosto de 2011

Déficit público y desconfianza pública


Las cornadas que da la vida nos han hecho desconfiados. O, si lo quieren más fino, escépticos. No nos fiamos de nada ni de nadie, y cualquier medida, frase, actitud, es escrutada, analizada, puesta en duda. Da igual que sean situaciones con lógica aplastante o claramente surrealistas. Nos la han dado con queso tantísimas veces que le buscamos los tres pies a la mesa con fruición.

Si no, no se explica que una medida tan lógica como dar rango de ley, y nada menos que en la Constitución, al establecimiento de un límite para el déficit público nos haya puesto tan nerviosos a muchos. Porque en principio la idea no es mala, más bien todo lo contrario. Y como manirroto que es uno, sé de lo que hablo. Decir a las administraciones públicas de todo corte y confección (gobierno central, autonomías, diputaciones, consejerías, ayuntamientos y toda la pesca) que "hasta aquí se puede llegar, y no más lejos, en el gasto público", para evitar que el endeudamiento estrangule cada vez más, no tiene nada de insensato.

Sin embargo, no nos fiamos. Primero, porque sabiendo lo que sabemos de nuestros gobernantes, y evidencias anteriores no nos faltan, sospechamos que esta limitación al gasto público va a afectar a los de siempre, y no a los que más tienen o los que más gastan, por no hablar de los auténticos culpables del cotarro. Sospechamos que incluso dentro de esa limitación de gasto "constitucionalizada" siempre habrá dinero para rescatar bancos, pero no para mantener con dignidad la educación o la sanidad públicas. Que habrá dinero para extrañas obras en las ciudades, o vías de comunicación de dudosa necesidad, subidas de sueldo de gobernantes variados... pero no para que funcionen con rigor las urgencias de los hospitales, o para que colegios e institutos puedan atender todas sus necesidades, o para que el nuevo parado que ha cotizado con puntualidad pueda tener su subsidio.

Esto no es demagogia. Vean qué se ha hecho hasta ahora en lo que se refiere a medidas económicas para paliar la crisis. No existe ningún indicio de que se vayan a cambiar.

Por ello, no nos fiamos de una medida que en otras condiciones debería ser apoyada sin reservas. Y como estamos hartitos, en lugar de exigir garantías de que ese límite será aplicado donde realmente sea necesario, nos oponemos a él. Le ponemos zancadillas.

Zancadillas que, eso sí, tienen también su fundamento. Por ejemplo, nuestro rechazo a la medida por no surgir de iniciativa del gobierno (y de hecho ya había sido propuesta por la oposición), sino por una Unión Europea cada vez más a la deriva. O nuestro idealismo de pensar que algo tan transcendental como una reforma de la Constitución debería ser consultado en referendum.

Si nos fiáramos, si hubiera confianza, no andaríamos en estas discusiones bizantinas. Pero como nos la han metido doblada tantas veces, cual toro en una cacharrería lo ponemos todo patas arriba.

Y lo que te rondaré...

¡Salud!

No hay comentarios: