Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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miércoles, 10 de agosto de 2011

Londres se hunde... y yo vivo junto al río

Foto de Peter MacDiarmid (Getty) en El País

No voy a ser original, ni mucho menos. No lo pretendo, que conste. No soy el único ni el primero ni el último a quien lo que ha ocurrido en los últimos días en Londres y otras ciudades británicas hace pensar en las imagenes apocalípticas esbozadas por The Clash en la magistral London Calling (canción y doble LP -vendido en su momento al precio de un LP sencillo, en una demostración de que la industria discográfica, cuando quiere y/o la obligan, sabe adaptarse a los bolsillos y gustos de sus consumidores... pero estoy divagando).

En resumen, que si quieren una comparación-análisis de ese histórico disco al lado de la deprimente actualidad londinense, mejor leen este artículo de El País, por ejemplo. O cualquier otro. Tiren de google.

Pero si han pasado el interludio anterior, les diré lo mío.

Aunque en un principio se intentó relacionar los disturbios con el descontento racial o religioso, social o económico que vive nuestro avejentado mundo occidental y capitalista, parece ser que al final la cosa queda en una revuelta movida sólo tangencialmente por esa motivación (aunque el pistoletazo de salida, dicen, fuera la muerte de un joven negro a manos de la policía de Tottenham), siendo lo fundamental un acto de vandalismo o hooliganismo typical English. Algo que parece ser confirmado al ver paralelamente las declaraciones de llorosos pakistaníes, hindúes, africanos varios, ingleses de clase media baja lamentando amargamente haber perdido gran parte de su medio de subsistencia y como, en un alarde de "democracia" destructiva, los vándalos también la tomaban con lujosas tiendas que portaban orgullosos rótulos de Sony, Prada o la boyante (o no) multinacional de turno.

Por tanto, todo apunta a que estamos en un estallido de puro odio o violencia irracional del que por supuesto se han acabado aprovechando los habituales pescadores del río revuelto. Sociólogos y políticos apuntan que estamos ante la consecuencia de una educación permisiva por parte de todos -educadores, profesores, padres, la sociedad en general- que ha permitido que muchos jóvenes se hayan acostumbrado a la molicie de una vida en la que no les falta de nada (siempre dentro de los límites de cada familia, claro) y que han perdido todo respeto a cualquier tipo de autoridad, represiva o conciliadora.

Honestamente, espero que no sea esto. Aunque soy consciente de que hay jóvenes, pero también adultos, así, pienso y quiero pensar que la mayoría de la juventud no tiene esta actitud destructiva, independientemente de su postura ante la autoridad, y que, como cualquier joven de cualquier generación, sólo quiere divertirse lo más posible. O sea que prefiero pensar que lo que ha pasado en Londres es consecuencia de esa minorá vandálica que existe en cualquier escalón de cualquier sociedad, que se ha visto justificada y fortalecida en su deseo de destrucción en un momento concreto y en un lugar concreto...

Pero si estoy equivocado, y esta manga de sociólogos y blah blah blah tienen razón, agarrémonos que vienen curvas. Porque el problema no sería sólo de Londres, sino de todo el mundo occidental, y bastaría la menor chispa, la más insignificante, para inflamar la mecha de una bomba destructora sin precedentes. Algunos pesimistas me han hablado de que coincidiendo con el estallido londinense, han pasado casi desapercibidos unos disturbios en Lloret de Mar, donde jóvenes turistas borrachos se enfrentaron a la policía  porque ésta les quería hacer volver a sus hoteles tras el cierre de las discotecas... los simpáticos muchachotes y muchachotas querían continuar la juerga... para esos amigos pesimistas, lo pasado en Londres (a mayor escala, claro) y lo de Lloret responde a lo mismo. Vandalismo gratuito, puro y duro...

No estoy de acuerdo, pero debo también admitir que dichos turistas reflejan el mismo desprecio por la autoridad y afán destructivo (incluso autodestructivo) que, dicen, los hooligans londinenses. Por ello, repito e insisto, si fuera así, la jibamos. Los Londres y, en menor alcance, Llorets se pueden multiplicar porque el problema no es sólo británico o italiano o alemán o lo que sea... es general.

Siendo optimistas, el hecho de que la cosa sea puntual confirmaría mi teoría de que son minoría... siendo pesimistas, este Londres global en el que todos vivimos, volviendo a The Clash, se está hundiendo... y todos vivimos junto al río.



¡Salud!

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