Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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martes, 21 de febrero de 2012

De la olla a presión a la olla rápida.

Las ollas a presión son casi ya reliquias históricas. La gente de mi generación ha conocido esos mamotretos metálicos que permanentemente emitían un siseo e impregnaban de olor a cocina casera, al saber hacer gastronómico de nuestras madres y que, sobre todo, hacían pender sobre nuestras cabezas la posibilidad de explotar si no se controlaba la presión del vapor, algo que avisaban con un silbido chirriante y perturbador que hacía  a la chef doméstica correr histérica a la cocina...

Ahora no. Ahora disponemos de ollas más estilizadas, de diseño, de paredes metálicas más finas, relucientes, que hacen su trabajo como con silenciador, que cierran herméticamente para que no se sature de olores la casa, o que no se pierda ni un ápice de sabor o de las propiedades sanitarias y alimenticias de la comida... Sí, definitivamente las ollas a presión han perdido la batalla ante las "ollas rápidas".

Por eso me llama la atención que se siga usando la metáfora de la "olla a presión" cada vez que se habla de una situación insostenible a punto de estallar. Como lo que estamos viviendo.

Y lo digo porque a mí se me parece más la situación actual a una olla rápida. El chef de turno nos cuece a su antojo, nos encierra herméticamente en las paredes de una crisis prefabricada y baja el fuego, sube el fuego para cocinarnos a su gusto y que no perdamos sabor ni propiedades nutritivas: aquí nos habla de la necesidad y bondades de mantenernos en Europa, allá nos amenaza con recortes, aquí nos dice que acabaremos atando perros con longaniza, allá nos amenaza con revisiones del derecho de huelga, por este lado nos dice que son el garante de la estabilidad democrática y que el pueblo ocupa sus pensamientos, por el otro nos llama demagógicamente la atención sobre los defectos de los supuestos verdaderos defensores de la clase trabajadora...

Pero nosotros no estallamos cual olla a presión, no. Más bien vamos soltando vapor poco a poco, como una olla rápida. Dejamos que nos cocinen a su gusto, unos porque creemos que la comida va a resultar bien, otros porque estamos tan herméticamente aislados que pensamos que nada va a pasar.

De vez en cuando viene el susto, claro. Si nos da por protestar, empieza la campaña de difamación contra la protesta y los que la convocan. Que con la huelga hacemos daño a inocentes y que habrá que revisar eso, que los sindicatos no son trigo limpio. Ambas cosas son verdad, eso sí. Pero fíjense que no hay ningún ataque contra la razón de la protesta. No se les ocurre decir, "pero ¿de qué se quejan?". Al menos por ahora no han llegado a tal cinismo. Ellos son los primeros en saber que motivos, haberlos... haylos. Como las meigas.

Así que la política es la amenaza (además ya nos han dicho que con miedo trabajamos mejor) y usar la corrupción de unas instituciones como las sindicales... para que la gente se quede en casita. "No sean ustedes tontos, que si hacen lo que dicen los sindicatos están apoyando sus prerrogativas y ventajas". Y si no lo hacemos, si no nos movemos... ¿qué prerrogativas y ventajas estamos apoyando? Digo yo.

Nos suben el fuego para seguir cocinándonos en nuestro mundo hermético. Y puede haber otro susto, como en Valencia. Allí, ninguna componenda ni sibilina campaña de desprestigio. Se suelta a los mamporreros para asustar al respetable. Y si hay críticas, la culpa es de los agredidos, que provocaron y son "el enemigo". Hubo que aumentar la temperatura porque estos ingredientes son duros y necesitan más cocción.

Y en éstas andamos. Soltando vaporcillo, pero poco más. A no ser que esta olla rápida resulte defectuosa y acabe estallando como las ollas a presión "de antes". Que por poder, todo puede ocurrir. Aunque mientras estemos bien guardaditos en nuestro resguardado y sellado ambiente, lo dudo.

Cambiando la metáfora, pueden seguir tensando la cuerda...

¡Salud!

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