Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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martes, 11 de noviembre de 2014

Tras el 9N todo sigue igual... pero no.

La democracia es ese juego tan bonito en el que salga lo que salga, pase lo que pase, todos han ganado. Y si alguna vez, porque a la fuerza ahorquen, no queda más remedio que admitir que te has llevado un buen rapapolvo, la culpa será de "otros", justamente aquellos a los que en principio buscabas, y a los que ahora acusarás de "no haber entendido tu mensaje". Rara vez habrá actos de contricción y admisiones de error. Como mucho, la mayoría de partidos se enrocará en su idea y esperará a que los ganadores cometan equivocaciones, y que el votante, ese ente por definición airado y volatil, vuelva a tu redil para quitar de enmedio al que le ha decepcionado.

El 9N, esa consulta ilegal, inválida y electoralmente fraudulenta, no iba a ser excepción. Todos han ganado. Unos porque han demostrado su fuerza, porque ha quedado muy claro el ansia de los catalanes por decidir su futuro y gobernarse a sí mismos y porque la jornada ha transcurrido con absoluta normalidad. Los otros, porque mirarán (de reojo, porque ya se sabe que oficialmente no hacen ni caso a este fraude electoral) los datos de participación y dirán orgullosos que a una consulta hecha y cocinada al gusto del gourmet independentista han acudido solo un 35% de un maquillado "censo" y que ni siquiera han conseguido que todos los votantes estuvieran a favor de la independencia.

Pues bien, como casi siempre, ninguno tiene razón. Tras el 9N sabemos lo mismo que antes, que hay un porcentaje muy elevado de catalanes que quieren la independencia, prácticamente los mismos que llenan las calles durante la festividad de la Diada y manifestaciones similares. No veo un motivo para el triunfalismo soberanista, a no ser que la demostración de su capacidad para organizar consultas pacíficas y la constatación de lo obvio, ese deseo de independencia de parte significativa de la población, sea para echar cohetes.

En el otro lado, no veo motivos tampoco para triunfalismos. Sí, es cierto que aparentemente el independentismo está varado en ese tope del 30% más o menos. Pero que esos políticos avestruces de Madrid no lancen ninguna campana al vuelo, porque seguimos sin saber si ese 70% que el domingo no acudió a votar lo hizo porque rechaza la opción soberanista o porque pensaba, como esa casta política ciega,  que la consulta era un acto inútil, un mero paripé sin consecuencias a corto plazo.

Y ahí están equivocados, porque consecuencias las va a haber. Lo que ha demostrado el 9N es que hacía falta una consulta legal y con garantías, negociada por todas las partes implicadas donde realmente se viera el deseo de los catalanes. Porque si a esa "charlotada", "fraude", etc. de consulta acude un 36%... ¿qué habría pasado ante una votación con todas las de la ley?

Ahora el camino parece claro, dirigido a unas elecciones autonómicas constituyentes o plebiscitarias (a no ser que el empeño de los partidos soberanistas por salir delante en la foto y atribuirse el supuesto éxito lo lleve al carajo; todo es posible en este mundo de la política.) Y si en estas elecciones ganan por mayoría los soberanistas... ¿que harán unos y otros? ¿Se marchará el cónyuge despechado con las llaves del piso y las cuentas corrientes, sin negociar el reparto de los bienes, que es lo lógico y normal que debería hacerse? ¿El otro cónyuge abandonado seguirá manteniendo cerrada la puerta y le pondrá doble candado si hace falta?

La incompetencia y necedad de nuestros gobernantes nos llevan a una situación poco deseable. Unos dirán que es la única que les dejan. Y tendrán razón. Los otros dirán que una decisión de este calibre no se puede tomar unilateralmente. Y también la tendrán. Pero es la situación que han creado. Todos tienen razón, y ninguno la tiene del todo. Se les llena la boca con la palabra democracia, pero unos niegan su ejercicio y los otros basan su hoja de ruta en un acto de democracia bananera.

Agárrense que vienen curvas.

¡Salud!

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